El pesar de la ciudadanía italiana no puede ser más evidente, como no lo puede ser el nuevo varapalo que ha sufrido Silvio Berlusconi en las urnas. Los italianos ejercieron entre el domingo y ayer su derecho al voto en las cuatro preguntas propuestas a referéndum, y lo han hecho masivamente, dado que han participado en la cita electoral cerca del 57% del electorado, muy por encima del 50% de participación requerido para que el resultado sea vinculante.

Y además, el rechazo no ha podido ser más claro; las propuestas de privatización del agua y encarecimiento de las tarifas, la puesta en marcha de la energía nuclear y la ley de legítimo impedimento -que hacía posible al primer ministro ausentarse de las múltiples vistas judiciales que tiene en marcha alegando compromisos institucionales- son ya papel mojado, dado que el «si» -por la suspensión de dichos temas- ha contado con una abrumadora mayoría, de más del 95%, según datos ministeriales.

A dos semanas de la derrota de los conservadores en los comicios municipales, en las cuales perdieron, entre otras, las alcaldías de Milán y Nápoles, el plebiscito era de gran relevancia para Berlusconi; no sólo por la decisión de sus contenidos, sino también para la valoración de la gestión del primer ministro. Así lo creía la oposición, al igual que la mayoría de los italianos, que acudieron a las urnas en masa a mostrar su rechazo.

Y es que entre las preguntas figuraban dos cuestiones de máxima relevancia para el Ejecutivo italiano, las cuales ha defendido a capa y espada durante esta última legislatura; una de ellas se refería a la utilización de centrales nucleares para la obtención de energía, posibilidad paralizada en el año 1987 vía referéndum tras la catástrofe en la central ucraniana de Chernóbil.

Roma se había propuesto reactivar esa posibilidad, autorizando mediante un decreto llamado «Omnibus» la construc- ción de nuevas plantas. Sin embargo, al igual que lo hizo en otros países, el desastre de la central japonesa de Fukushima puso en entredicho esa utilización, lo que obligó a Berlusconi a introducir una moratoria de dos años en ese decreto; la oposición acusó al mandatario de intentar evitar un posible referéndum sobre ese tema, pero el Tribunal de Casación valoró que el Ejecutivo no había dejado de lado totalmente sus intenciones, por lo que autorizó su sometimiento a la voluntad popular.

Ese no era el único tema de importancia vital para la supervivencia del `Il Cavaliere', puesto que ha visto que la mayoría de los electores han consensuado ya una especie de condena para los cuatro juicios que tiene pendientes en el que le acusan, entre otras cosas, de abuso de poder e incitación a la prostitución de menores. Aunque los jueces aún no hayan dictado sentencia, los ciudadanos sí han mostrado su desasosiego con las idas y venidas del mandatario por los juzgados, las cuales han degenerado en actuaciones dignas de ver en un circo.

Queja de la oposición

Aunque su partido, el Pueblo de la Libertad y su aliado en el Gobierno, la Liga Norte, llamaron a abstenerse de acudir a las urnas, parece que el propio mandatario olía su inminente derrota, dado que vaticinó el resultado horas antes del cierre de las urnas; «me temo que los italianos rechazarán las energías nucleares, por lo que tendremos que valorar la puesta en marcha de las renovables», aseguró en rueda de prensa. Esas afirmaciones fueron duramente criticadas por la oposición que promovió el plebiscito, el Partido Democrático y la Italia de los Valores, puesto que ante la posibilidad de influir en el electorado, la ley impide realizar declaraciones en días electorales.