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El Gobierno alemán quiere dar por zanjada la crisis de la bacteria «asesina»

Al Gobierno alemán le han llovido críticas por todas partes a causa de su gestión de la crisis infecciosa provocada por la bacteria «E.coli», que además de muerte, ha causado importantes daños al sector hortifrutícola europeo y ha puesto en cuestión, incluso, el propio modelo federal. De la alerta por los pepinos españoles se pasó a la de las semillas germinadas alemanas, con las que el Ejecutivo federal quiere dar por zanjada la crisis.

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Ingo NIEBEL

Basta» es una de las palabras en castellano que han entrado en el vocabulario alemán y han derivado en la creación de otras expresiones, como la de «Basta-Politik». Un vocablo que significa que con una sola palabra se pone punto final a una discusión o a determinada situación. A «basta» suena la reacción del Gobierno de la canciller Angela Merkel que ha zanjado la crisis de la variante agresiva de la bacteria «E.coli» defendiendo la gestión de las autoridades alemanas. El director del Instituto Robert Koch (RKI), especializado en virología, Reinhard Burger, ha sentenciado: «Han sido las semillas». Esa afirmación ha dado lugar al levantamiento de la recomendación, realizada quince días antes, de no consumir pepinos, tomates y lechugas crudas. Quizás ahora vuelva la normalidad, aunque quedan unas tres mil personas infectadas, muchas de las cuales aún temen por sus vidas, y treinta muertos en Alemania -y uno más en Suecia-.

Un ciudadano alemán utilizó el espacio para los comentarios de la página web de un rotativo alemán para arremeter contra la gestión de la crisis realizada por el Ejecutivo federal. Sus palabras provocaron el reproche de otro internauta, al que el primero explicó que su crítica era consecuencia de que «mi nuera no va a sobrevivir». El caso pone en evidencia que, aunque pronto la crisis de la bacteria «E.coli» pueda perder su virulencia mediática y política, más de una persona tendrá que vivir con ella mucho más tiempo y quizás para siempre.

Echando la vista atrás, no se puede decir que la crisis de la EHEC se haya notado expresamente en los supermercados: las estanterías con tomates, pepinos y lechugas siempre han estado llenas. Hasta hace unos días, sólo las neveras con lechugas empaquetadas para su consumo inmediato parecían estar más vacías que lo normal. Hace dos semanas se pensaba que la bacteria mortal se había propagado por esta vía por todo el territorio alemán. Ha sido una de las muchas pistas falsas.

Los medios sensacionalistas como el diario «Bild» no erraron en su conducta al calificar la cepa como «asesina», pero eso no fue motivo para que el pánico se extendiera entre los consumidores, aunque sí provocó el enfado y el descontento entre los agricultores alemanes que, como sus homólogos en otros países europeos, han sido los paganos de la recomendación realizada hace dos semanas por el Instituto Robert Koch. Entonces, este organismo sólo indicó que no se deberían consumir tomates, lechugas y pepinos procedentes de la zona norte del país sin tratarlos debidamente. Pero pronto la advertencia se transformó en que no se deberían comer esas hortalizas crudas en dicha región y, finalmente, alguien lo interpretó como una recomendación válida para todo el territorio alemán.

Los medios no sensacionalistas han reaccionado con reportajes inofensivos sobre cómo los habitantes de una ciudad pueden cultivar ellos mismos tomates, lechugas y pepinos. Indicaban también que hay caseríos que no sólo alquilan terrenos para el cultivo sino que incluso ofrecen el asesoramiento y las herramientas para que los ciudadanos interesados vuelvan a ser de nuevo productores de lo que comen.

Sin embargo, han obviado el detalle de que cada una de esas plantas necesita agua y de que la bacteria «E.coli», que ha causado la epidemia infecciosa de diarreas sangrantes, en el mejor de los casos, se transmite porque ese líquido ha estado en contacto con el estiércol.

El sistema federal, cuestionado

En el transcurso de estas dos últimas semanas no ha faltado tampoco un breve debate sobre si el federalismo alemán tiene responsabilidad en la expansión de la enfermedad y en el caos que se ha generado en relación a las diferentes alertas sin que que al final se haya dado con el origen del brote infeccioso. De hecho, han sido varias las instituciones que han estado involucradas en la gestión de la crisis: los ministerios federales de Sanidad y Agricultura, el RKI y otros dos institutos nacionales de investigación y, en el ámbito regional, los ministerios de Sanidad de los 16 estados federales. Por eso, no sólo en el extranjero, sino también en Alemania se escuchó más de una voz que cuestionó la razón de ser del federalismo alemán. El debate quedó zanjado con un artículo de opinión del influyente «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ). El miércoles recordó a los alemanes que el federalismo es un principio básico del Estado que ni siquiera se puede cambiar aunque todas las cámaras del Parlamento lo quisieran. Para hacerlo, habría que refundar la República. A los extranjeros les aclaró que han de vivir con el federalismo alemán como los alemanes deben hacerlo con su centralismo.

Ante las críticas, que no sólo llegaron desde Madrid y Bruselas, sino también desde la propia prensa alemana, los ministros federales de Sanidad, el liberal Daniel Bahr (FDP), y de Agricultura, la socialcristiana Ilse Aigner (CSU), optaron por mostrar unidad. Sin embargo, no han logrado mejorar su imagen, porque a pesar del «basta» decretado el viernes, se sigue sin conocer el origen del brote infeccioso porque en ninguno de los análisis realizados sobre las prueba tomadas en la granja de semillas germinadas de Bienenbuettel, en los restaurantes y en las viviendas de los afectados se ha detectado la enfermedad. Por lo tanto, sigue la incertidumbre y también la desconfianza en el Gobierno de Merkel, que las encuestas siguen situando 14 puntos por detrás de la oposición.

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