El que «Micmacs» se estrene con dos años de retraso plantea algunas dudas respecto a la vigencia del cine de Jean-Pierre Jeunet, quien parece haber perdido popularidad a este lado de la muga. Puede que la culpa de todo la tenga el incontrolado éxito de «Amélie» hace diez años, por ser un título que ha marcado, para bien y para mal, la posterior carrera de su creador. En teoría, Jeunet hizo bien al quererse olvidar de una obra tan influyente, cambiando de estilo con su siguiente «Largo domingo de noviazgo». Sin embargo, fracasó en el intento, posiblemente porque se alejó de «Amélie», pero repitió con Tautou en un papel con el que la actriz ya no llamó tanto la atención.

Estaba claro que Jeunet necesitaba recomenzar de nuevo, olvidándose de todo lo relacionado con Audrey Tautou, y entonces quiso repetir con Jamel Debbouze, que también salía en «Amélie». El guión de «Micmacs» estaba pensado para el actor de origen marroquí, pero por alguna razón rechazó protagonizar la película. Esto obligó a un cambio de planes, que llevó a Jeunet a pensar en otro actor de origen magrebí para sustituirle, con la diferencia de que Dany Boon es mucho más conocido internacionalmente, sobre todo a raíz del éxito sin precedentes que ha significado su comedia «Bienvenidos al Norte».

Dany Boon tampoco las tenía todas consigo al principio, pues pensaba que el papel de Bazil estaba hecho de acuerdo con las limitaciones físicas de Jamel Debbouze, quien de adolescente fue atropellado por un tren y perdió parte de la movilidad del cuerpo. Una característica que encajaba bien dentro de la tipología marginal que reclamaba «Micmacs».

La bala en la cabeza

Las limitaciones que sufre Bazil en la interpretación definitiva de Dany Boon son mentales en lugar de físicas, debido a que lleva alojada una bala en el cerebro. Los médicos se niegan a intervenir para extraérsela, porque podría acarrear un grave riesgo para su salud. Cuando el protagonista sale del hospital, pierde su puesto de trabajo en un video-club, donde solía pasar las horas muertas repitiendo los diálogos clásicos de Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Ya no tiene a nadie y se queda literalmente en la calle.

Y ahí comienza la aventura, una vez que es recogido por el personaje que interpreta el veterano Jean-Pierre Marielle. Éste le conduce a un mundo oculto, que se abre paso entre la chatarra. Bajo toneladas y toneladas de ella un grupo de traperos ocupa una especie de cueva de Ali Babá, en la que se dedican a reciclar objetos recogidos en la basura. Bazil es bien recibido y no tarda en integrarse en el extraño y variopinto grupo, gracias a que cada uno de sus miembros mantiene su propia personalidad y rasgos diferenciales. Hay una contorsionista (Julie Ferrier), un hombre-bala (Domique Pinon), una cocinera (Yolande Moreau), una calculadora humana (Marie-Julie Baup), un africano filósofo (Omar Sy) y un inventor de juguetes mecánicos (Michel Crémadès).

Hecha la presentación del equipo marginal, Jeunet no tarda en descubrir sus cartas y mostrar al espectador que los ha reunido para una misión. Por tal motivo los convierte en la versión circense de «Misión imposible». Un buen día Bazil se encuentra en su diaria recogida de desperdicios delante de la fábrica de armas y le viene a la cabeza, nunca mejor dicho, la procedencia de la bala que lleva incrustada en su cerebro. Relaciona este hecho con otro contemplado en el prólogo: la muerte de su padre a causa del estallido de una mina en el Sáhara. El momento es descrito explosivamente, tanto que Bazil escucha a toda una orquesta mentalmente tocando el sonido apoteósico de la venganza.

Sus compañeros pronto advierten que tiene un secreto y ni que decir tiene que se suman gustosos a la campaña de sabotaje contra la fábrica de armas, habida cuenta de que todos se han visto afectados por la capacidad mortífera del material que allí se prepara para su venta en todo el mundo.