Un documental da protagonismo a las víctimas del fascismo
«Ojos que no ven. Víctimas del fascismo desde la transición» es el título de un documental presentado ayer en Bilbo en el que se da voz a las víctimas de las agresiones ultraderechistas desde noviembre de 1975 hasta hoy. Se trata de recordar al cerca de un centenar de muertes -entre ellas, las de tres de ciudadanos vascos- y miles de agresiones contra gentes de izquierda, inmigrantes, sin hogar, homosexuales, transexuales, independentistas o, simplemente, jóvenes.
Agustín GOIKOETXEA |
``Ojos que no ven. Víctimas del fascismo desde la transición'', del director Luis Moles, emplea el hilo conductor de las entrevistas a una decena de víctimas y defensores de los derechos humanos para dibujar la vergonzante actitud del Estado español hacia las víctimas, tratando de ocultar esa realidad y dejando vía abierta a nuevos episodios.
Entre las historias que se cuentan, están las vivencias de Javier Zabaleta, padre del donostiarra Aitor Zabaleta -muerto el 8 de diciembre de 1998 a las puertas del madrileño estadio Vicente Calderón-, o la del militante de EHGAM Mikel Martín, a quien el 13 de enero de 2005 cuatro militares españoles dieron una paliza en Donostia.
Ambos acudieron a la presentación del documental, en el que se rememora también la muerte a manos de un comando ultraderechista -el 1 de febrero de 1980- de la militante del PST Yolanda González, una joven deustuarra de 19 años que estudiaba y trabajaba en Madrid. Se hace a través de las vivencias de Alejandro Arizkun, un compañero de González con quien compartía piso.
No todas las agresiones fascistas han sido cometidas por elementos ultraderechistas o nazis. En la película, ágil y portadora de mucha carga reivindicativa, tiene cabida el caso de Alejo Aznar, una persona sin hogar que falleció tras sufrir una brutal paliza el 24 de abril de 1999 por parte de un grupo de jóvenes junto a la iglesia del barrio getxotarra de Erromo. Se rememora y denuncia el caso a través del testimonio de Asier Polo, integrante de la gazte asanblada, que incide en la impunidad de los agresores.
Son algunos de los testimonios correspondientes a los ataques en los que se vieron implicados vascos -también se cita el atentado del Hotel Alcalá contra diputados de HB que se saldó con la muerte de Josu Muguruza-, sin olvidar el de José Manuel Villarón, que en 2002 militaba en Izquierda Castellana. Fue apuñalado en Salamanca por tres nazis -uno militar profesional y otro hijo de Policía- y salvó la vida por su corpulencia.
Del Estado, se dice que «no puede aceptar que haya víctimas por ideologías políticas, rompería su estética democracia -apunta Villarón- y eso nos convierte en sombras, en fantasmas de la historia».
PSE, PP y UPyD votaron ayer en el Parlamento de Gasteiz en contra de la proposición no de ley presentada por PNV, Aralar, EA y EB para considerar «víctimas del terrorismo» a los afectados por los sucesos del 3 de marzo de 1976 en la capital alavesa.
La iniciativa pedía al Gobierno español que incluya a las víctimas del 3 de Marzo en la «ley de reconocimiento y protección integral a las víctimas del terrorismo», actualmente en trámite en el Congreso. Incorporaba, asimismo, una petición de perdón por parte del Ejecutivo español hacia estas víctimas y la exigencia de que se esclarezca lo sucedido.
En votación parlamentaria, esta proposición fue bloqueada por los votos de los representantes del PSE, PP y UPyD, que sumaron 38, frente a los 36 votos de las formaciones promotoras. También fue rechazada, con mayor margen (24 a favor por 50 en contra), la enmienda a la totalidad presentada por el PSE, que pedía dejar este asunto en manos de la ponencia de víctimas de motivación política que se va a constituir en la Cámara autonómica.
El centro La Bolsa, en el Casco Viejo bilbaino, acogió la presentación de la película de Luis Moles y luego un coloquio con Javier Zabaleta y Mikel Martín, así como con el propio director, por iniciativa de GITE-IPES.
El documental denuncia la pasividad de las diferentes policías, así como de los jueces. A estas «víctimas del odio» les falta un reconocimiento oficial, lo que permite que los ataques se sucedan y la lista de víctimas crezca.
