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Las agencias de calificación crediticia, el azote de la economía europea

De un tiempo a esta parte, nombres como Standard and Poor's, Fitch o Moody's se han hecho frecuentes en los titulares. Son las agencias de calificación, cuyas decisiones tienen capacidad para marcar el futuro de entidades e incluso países. Pero, ¿qué son realmente y cómo funcionan?

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Alberto CASTRO I

Las agencias de calificación crediticia o de rating estuvieron en la gestación de la dramática crisis económica que se vive en una gran parte del mundo. Sus notas sobre algunos productos y sobre la solvencia de bancos estadounidenses supusieron una trampa para millones de inversores, que vieron esfumarse sus ahorros. En el ámbito empresarial, se cerraron las puertas del crédito por la desconfianza generada entre las propias entidades financieras, asustadas por la proliferación de balances contaminados con las «hipotecas basura», perversamente camufladas en extrañas estructuras.

Ahora, en estos dos últimos años, han vuelto a la carga para, esta vez sí, repartir a diestro y siniestro rebajas de calidad crediticia y emitir opiniones con sesgo negativo de manera casi sistemática. Esas calificaciones provocan ventas forzadas que tienden a agravar el deterioro del crédito, puesto que están expresamente relacionadas con la regulación y los mandatos de inversión. De este modo, especialmente en Europa, se les acusa de extender la crisis de la deuda soberana por intereses económicos privados. Los tres azotes de la economía europea se llaman Standard and Poor's, Moody's y Fitch.

¿Qué son las agencias de calificación crediticia o de rating?

Son unas compañías privadas que emiten opiniones o pronósticos sobre la capacidad de devolución de las deudas. Es decir, miden el riesgo de impago que asume el comprador de los bonos, así como la evolución de la solvencia del emisor. En la actualidad, las tres principales agencias -Standard and Poor's, Moody's y Fitch- copan el 95% del mercado.

¿En qué se basan para emitir sus opiniones?

Toman como referencia para emitir sus notas los datos públicos, así como los datos privados de que disponen cuando trabajan para las compañías solicitantes de su servicio. Por tanto, pueden emitir sus calificaciones bajo pedido o bien de forma libre. Su escala de valoración se divide en dos bloques esenciales: grado de inversión y grado de especulación. Y en cada parte hay hasta diez peldaños, que van desde la mejor calificación a la más baja. Así, AAA (Standard and Poor's y Moody's) y Aaa (Fitch) representan la máxima calidad posible, mientras que BB+ (Standard and Poor's y Moody's) y Ba1 (Fitch) advierten de una inversión ya especulativa, aunque en el nivel menos expuesto al riesgo de impago.

¿Por qué se les da tanta importancia?

Hoy en día su papel es fundamental, porque los emisores privados y los estados son obligados por los mercados a contar con una valoración ajena sobre su solvencia a la hora de cumplir con lo pactado en las emisiones de deuda. Muchos inversores prefieren, incluso, comprar productos con notas bajas antes que otros sin ninguna evaluación externa, aunque sean emitidos por compañías aparentemente solventes. Además, sus opiniones sobre la calidad de la deuda de los estados inciden en los costes de financiación y los balances de las cuentas públicas.

Por otra parte, los propios estados las incorporan a la regulación de su actividad financiera cuando requieren una calificación mínima para aceptar o no garantías de calidad de un capital, rebajar exigencias de información en emisiones de deuda o decidir sus propias inversiones.

¿Por qué se les acusa de tomar parte en la generación de la crisis financiera y económica mundial?

Hay críticas fundadas en diferentes niveles, pese a que tratan de defenderse alegando independencia, adecuación de sus calificaciones para un momento determinado sin obligación de detectar los fraudes y un bagaje exitoso desde su nacimiento en 1909. Los grandes males de su historial, especialmente sangrantes en la primera década del siglo XXI, han florecido, al menos, con los siguientes ingredientes: 1) calificaciones erróneas y/o interesadas; 2) colaboración en el «empaquetado» de productos financieros (CDO, por ejemplo) que escondían un riesgo superior conjunto al calificado; 3) conflicto de intereses al asumir la misma compañía los trabajos de asesoramiento y calificación de productos, pese a que ambas áreas se puedan diferenciar en divisiones o presenten balances paralelos; y 4) métodos de evaluación no transparentes.

¿Cuáles son los casos más sonados de su falta de compromiso con la calificación independiente?

Uno de los más importantes se dio en 2001, cuando la empresa Enron, a cuatro días de la bancarrota, todavía ostentaba una nota con grado de inversión. Todavía más conocido es el caso de Lehman Brothers, que también presentaba una buena calificación días antes de la quiebra de 2008. En concreto, Moody's le otorgaba un A2, y Standard and Poor's un A, es decir, inversión de buena calidad. El mismo error se repitió con los bancos islandeses poco antes de su hundimiento.

¿Por qué no se eliminan, ya que no han estado a la altura al calificar los productos y han colaborado en la gestación de la crisis?

Las tres grandes agencias de calificación, que son empresas privadas y forman un oligopolio de hecho, están integradas dentro del propio sistema financiero y, por tanto, no pueden desaparecer sin encontrar otra alternativa. El debate actual se centra en dar la mejor respuesta a esa necesidad de una valoración objetiva del riesgo.

¿Qué hace Europa en este sentido?

Hasta el momento no hay ningún indicio de que cambie el modo de proceder de las agencias de calificación. Se pretende que sean controladas por el nuevo organismo de vigilancia mercantil de la UE, el ESMA (por sus siglas en inglés). Otras propuestas, incluida la del Parlamento Europeo, reivindican la creación de una institución pública sostenida con fondos de bancos. Sin embargo, todo apunta a que estas agencias privadas van a seguir teniendo un papel esencial en la regulación financiera y en los mercados, al mantenerse como evaluadores independientes del riesgo. Además, por el momento no se espera ningún proyecto europeo de nueva reglamentación hasta finales del 2012.

¿Les va bien el negocio?

Es uno de los grandes negocios dentro del sistema financiero y es capaz de aumentar sus ingresos en cualquier situación, tal como sucedió en los años más críticos del derrumbe financiero en Estados Unidos. Las compañías tienen entre sus accionistas importantes fondos de inversión. Así, Standard and Poor's, una división de MacGraw-Hill, cuenta con Capital Group, BlacRock y Vanguard Group entre sus socios más conocidos. Entre los tres alcanzan el 22% del capital. Por su lado, Moody's incluye en su accionariado a los mismos socios, junto a Berkshire Heathway, el brazo inversor de Warren Buffet. En este caso, sus participaciones suman el 39%. La tercera, Fitch, es las más pequeña y tiene el 15% del pastel. Su principal accionista es la francesa Fimalac, que detenta el 80% del capital.

Analizan la presentación de denuncias contra las agencias por fraude

La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) está considerando presentar cargos civiles por fraude contra algunas agencias de rating por su papel en la evolución de los fondos de hipotecas subprime y otros préstamos que sustentaron las ofertas de bonos hipotecarios y que ayudaron a desatar la crisis financiera, al estimar que no realizaron las investigaciones suficientes para calificar adecuadamente estos productos, según informó el viernes el rotativo «The Wall Street Journal».

La principales agencias de calificación han sido criticadas por los legisladores como «facilitadores claves» de la crisis financiera, pero hasta ahora habían evitado cualquier tipo de castigo por parte de los reguladores, así como demandas privadas. GARA

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