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Steven Spielberg y Peter Jackson se unen en «Las aventuras de Tintín»

La unión creativa entre Steven Spielberg y Peter Jackson ha dado como resultado uno de los proyectos más ambiciosos y complejos de los últimos años: trasladar a la gran pantalla algunos de los cómics más conocidos de la serie «Las aventuras de Tintín» creada por Hergé. El primer fruto de esta experiencia compartida lleva por título «Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio» y se estrenará en nuestras pantallas en el mes de diciembre.

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Koldo LANDALUZE |

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y desde el mismo instante en que las aventuras de Tintín comenzaron a gozar del favor del público, el medio cinematográfico barajó la posibilidad de trasladar a la gran pantalla las viñetas creadas por Hergé. La pionera en esta tentativa fue la compañía Les Beaux Films, que en el año 1946 sacó al mercado una serie de diapositivas encadenadas basadas en algunos de los cómics protagonizados por el joven periodista del mechón rubio.

Un año más tarde, los realizadores belgas Joäo B. Michiels y Claude Misonne llevaron a cabo la primera tentativa seria con una propuesta inspirada en «El cangrejo de las pinzas de oro» y utilizando la técnica denominada «Stop Motion» que permitía dotar de movilidad a unos muñecos que eran fotografiados plano a plano.

El gran éxito que lograron los volúmenes auditivos de la serie Tintín a finales de los años 50, propició que la industria concentrara sus esfuerzos en llevar a cabo adaptaciones más ambiciosas con actores de carne y hueso. El primer largometraje fue «El misterio del Toisón de Oro» (1961) y el encargado de dar vida al protagonista fue un actor desconocido llamado Jean-Pierre Talbot que fue descubierto por una amiga de Hergé mientras paseaba por una playa de Ostende. El discreto éxito que cosechó esta producción propició una nueva intentona con la secuela »Tintín y las naranjas azules» (1964), pero esta tampoco logró despertar excesivo entusiasmo entre un público que anhelaba películas fieles al trazo y estilo impuesto por Hergé. Por este motivo, la industria desechó la posibilidad de seguir rodando filmes con personajes de carne y hueso y que estaban basadas en historias que tocaban muy parcialmente el imaginario creado por el autor belga.

La idea de rodar películas animadas inspiradas en la serie «Las aventuras de Tintín» no resulta nada novedosa. En el año 59, la Sociedad Belvisión produjo siete películas destinadas a la pequeña pantalla. Greg, creador de otro conocido personaje de cómic -Aquiles Talón- fue el encargado de dibujar los bocetos en los cuales se basaban los personajes y tramas. Animados por la popularidad que alcanzaron estos mediometrajes, Belvisión se decidió a dar el salto al formato grande y volvió a contratar los servicios de Greg para que planificara «El templo del Sol» (1969).

A pesar del gran despliegue de medios que requirió esta empresa y la inclusión de una canción original de Jacques Brel, esta propuesta tampoco consiguió despertar los ánimos de los fieles seguidores de Tintín. Tres años después se estrenó la segunda tentativa animada -«El lago de los tiburones»- en la que aparecía uno de los villanos más populares de la serie, el magnate griego Rastapopoulos.

En los últimos años, las compañías Ellipse y Nelvana han sido las encargadas de perpetuar el legado fílmico de Tintín con varias producciones encaminadas al medio catódico, pero, tal y como ha ocurrido con todas las iniciativas anteriores, no han sido muy fieles al original, lo cual ha provocado cierto desánimo entre la multitud de tintinómanos que estaban convencidos de que jamás podría llevarse a cabo un proyecto acorde con las directrices dictadas por un Hergé que jamás quiso involucrarse en estas producciones.

No hay nada imposible

Al parecer, la palabra imposible no figura en el vocabulario cinematográfico y ha tenido que ser uno de los autores más respetados del planeta Hollywood -Steven Spielberg- el encargado de lanzarse a la captura de este «Moby Dick» fílmico. El prestigioso autor compró los derechos de autor de «Las aventuras de Tintín» en los años 80 y haciendo gala de su buen ojo comercial y, sobre todo, sabedor de que las limitaciones técnicas eran muchas en aquellos días, decidió aguardar pacientemente el momento oportuno para afrontar un proyecto que siempre le ha apasionado: filmar las aventuras de Tintín siguiendo la estética de línea clara instaurada por Hergé.

Sólo la muerte del dibujante belga en el año 83, una semana antes de reunirse con el cineasta mientras este rodaba «Indiana Jones y el templo maldito» en Londres, impidió la celebración de una reunión conjunta en la cual se iban a cimentar las bases de una colaboración destinada a producir una serie de largometrajes animados.

Cuentan las crónicas que todo se desencadenó en una sala de cine, cuando Spielberg vio en movimiento a la criatura Gollum en «El Señor de los Anillos: las dos torres». Entonces supo que había llegado el momento de sacar del cajón su tan ansiado proyecto. Para tal fin no dudó en solicitar la ayuda y complicidad de otro cineasta visionario, el neozelandés Peter Jackson. Un autor que dinamitó la palabra imposible cuando plasmó en imágenes la trilogía literaria de J. R. R. Tolkien «El Señor de los Anillos». Desde ese instante, ambos cineastas entablaron reuniones encaminadas a concretar este proyecto común que se desarrollará a partir de cuatro películas y en las que alternarán labores de producción y dirección.

Spielberg ha sido el encargado de rodar la primera entrega de «Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio», y Jackson le turnará en la dirección con la secuela «El tesoro de Rackham el Rojo». Los dos siguientes proyectos conjuntos cobrarán forma en «El cangrejo de las pinzas de oro» y «La estrella misteriosa».

La técnica elegida para llevar a cabo estas películas -«Motion Capture»- ha suscitado cierta polémica debido a que, si bien el movimiento de los personajes alcanza un alto grado de verismo, sus miradas no captan la esencia vital y se muestran como una especie de muñecas de porcelana de mirada fría e inanimada. Curiosamente, fue uno de los cineastas apadrinados por Spielberg -Robert Zemeckis- el pionero en desarrollar esta técnica en prodcciones como «Polar Express», «Beowulf» y «Cuento de Navidad».

«Molde humano»

Para llevar a cabo este tipo de producciones, actores reales se enfundan un traje ajustado repleto de sensores que permiten almacenar los movimientos del cuerpo digitalmente y usar esta información para crear modelos de personajes en animación 3D.

En «Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio», los actores principales elegidos para ejercer funciones de «molde humano» han sido Jamie Bell (Tintín), un joven actor que alcanzó gran notoriedad con su debut en «Billy Elliot», Andy Serkis (capitán Haddock), todo un experto en este tipo de propuestas a las órdenes de Peter Jackson y para quien dotó de vida a Gollum y King Kong; Eric Stoltz (profesor Tornasol) y Daniel Craig (Rackham el Rojo).

La compañía de Peter Jackson -Weta Digital- ha sido la encargada de llevar a cabo este ambicioso proyecto tridimensional cuya trama centra su interés en las aventuras que generará la búsqueda del codiciado tesoro ocultado por un pirata que, en el pasado, combatió a un antepasado del capitán Haddock.

Tintín, Haddock y el perro Milú siguen un itinerario accidentado que ha sido dictado por un mapa escondido en la maqueta de un galeón. El guión original fue escrito por Steven Moffat, quien en la actualidad ejerce funciones de productor ejecutivo de la teleserie de culto «Dr. Who», de la cual es un gran seguidor Peter Jackson. La banda sonora lleva la firma del colaborador habitual de Steven Spielberg, el maestro John Williams.

Tal como dictan las modas actuales, la película llegará a nuestras pantallas en formato tridimensional, lo cual permitirá al espectador cruzar al otro lado de la pantalla y ser partícipe de las persecuciones, carreras y abordajes que imaginó un dibujante belga llamado Hergé.

Hergé-Tintín: la eterna polémica ideológica

La carrera de Georges Rémi (Etterbeek, Bélgica, 1907-Bruselas, 1983) -más conocido por el sonido de sus iniciales intercambiadas: Hergé (Er-yé)- se inició a los 20 años, cuando entró en el departamento de suscripciones del diario católico y de extrema derecha «Le Siécle XX», de Bruselas. En 1928 y tras demostrar su valía como dibujante, el director de esta publicación, el abate Norbert Wallez -un iracundo antisemita, admirador de Mussolini y anticomunista recalcitrante- le encargó la creación del suplemento infantil «Le Petit Vingtiéme». El 10 de enero de 1929 se asomó por primera vez y desde estas páginas el reportero trotamundos Tintín que, en esta su primera aventura, contaba con un pasaporte tramitado por el abad Wallez y un enemigo a batir: la Unión Soviética.

Curiosamente, ésta fue la primera y única ocasión en la que el protagonista ha ejercido de periodista. Para llevar a cabo su ruta apocalíptica a través de la Unión Soviética, Hergé tomó como referencia un panfleto llamado «Moscou sans voiles» donde se mostraba un territorio maligno en el que la Iglesia católica padecía las calamidades de un modelo político creado a partir de las semillas proletarias sembradas por el mismísimo Satanás. Mientras Hergé recreaba el viaje de su personaje, le asaltaron algunas dudas que consultó con su vecino de redacción, el periodista Léon de Degrelle, líder del partido nazi Rex y aspirante a führer belga por la gracia de Hitler, quien le otorgó el título de Sturmbannführer de las SS.

A pesar de los múltiples borrones que figuran en su biografía accidentada, Tintín es un icono cultural que ha sobrevivido a generaciones de muy diversa ideología y que, a pesar de haber inspirado frases como «Odiamos a Tintín, pero nos gustan sus aventuras», sus odiseas a través del mundo han supuesto una ventana abierta para multitud de lectores. K. L.

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