Una semana, en estas mismas líneas se paseaba Pétain. Hace dos días, en Nantes, capital histórica de Bretaña, también apareció en una movilización que reclamó por enésima vez la reunificación de un territorio que fue descuartizado justamente por el mariscal de la Francia ocupada. Desde entonces, y a pesar de que al parecer tras el final de la guerra se instauró en Francia una democracia, Bretaña continuó fragmentada. Setenta años después de la separación y con la vista puesta en las elecciones presidenciales de 2012, varios miles de manifestantes reclamaron una consulta popular para conocer la opinión de los bretones sobre la unificación de su territorio.

Casi quinientos años después de que las huestes de Castilla y Aragón invadieran a sangre y fuego el Reino de Navarra y treinta y pico después de que se consumara la fractura de Hego Euskal Herria con la creación de dos autonomías diferenciadas, no hay consulta a la vista que responda a la cuestión sobre un futuro compartido.

Ponente en una de las charlas que precedieron a la comparecencia pública de Aurore Martin este sábado pasado en Biarritz, la activista de Sinn Féin Theresa Ruane resumió la fórmula irlandesa en dos palabras: paciencia y convicción. Sobre ellas Irlanda edifica el sueño de la unificación libre tras siglos de dominio británico. Sobre ellas debería también cimentarse el futuro de esta tierra, un país gobernado por otros Pétain, aquellos que pactaron con los franquistas un régimen de ocupación que llamaron transición y que nos venden hoy día al precio de la democracia. Convicción hay de sobra. Ahora hay que armarse de más paciencia, que visto el nerviosismo parece que funciona.