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Juicio por el «caso Bateragune»

Rufi Etxeberria avala a los acusados como «las personas clave» del nuevo escenario

Tras las prolijas explicaciones de Arnaldo Otegi, en calidad de testigo Rufi Etxeberria explica al tribunal que el de 2009 fue «el debate, sin duda». Cita que la «ruptura» y la apuesta por cerrar el ciclo armado se impusieron, y que las personas que son juzgadas resultaron clave.

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Ramón SOLA | MADRID

Tras la exhaustiva y concreta intervención de Arnaldo Otegi en la sesión del lunes, la impresión general es que poco más queda por decir sobre el proceso interno de la izquierda abertzale que se juzga estos días en la Audiencia Nacional española. Si acaso, confirmar su declaración con nuevos testimonios, detalles y puntos de vista personales. Ése fue el valor fundamental de la intervención de Rufi Etxeberria, ayer, en calidad de testigo.

Aquella tarde del 13 de octubre de 2009 él también estaba en la sede de LAB e incluso fue detenido -sin orden judicial-. Quedó libre poco después ante la constatación evidente de que no encajaba en la tesis policial de que aquélla era la nueva dirección de la izquierda abertzale, dado que acaba de salir de prisión apenas un mes antes. En aquel momento crítico, rodeados de policías, pasó otra cosa que Rufi Etxeberria quiso revelar ayer, en la línea de sinceridad absoluta que está caracterizando esta vista oral. «En una comida anterior, Arnaldo y Rafa ya me habían pedido que les ayudara en el debate interno, pero les dije que cuando salía de prisión prefería tener cuatro o cinco meses para situarme, y ya me animaría más adelante. Sin embargo, aquella tarde-noche, en la sede de LAB, Arnaldo me pidió expresamente que cogiera el timón del debate interno».

En un relato cronológico, Etxeberria recordó que el final del proceso de negociación anterior y el atentado de la T-4 les provocaron grandes dudas sobre la actuación de la izquierda abertzale. Después fue encarcelado. En enero de 2009, al ser llevado a Bilbo para el juicio sobre las reuniones políticas con el PSOE, Etxeberria pudo conversar brevemente con Otegi y éste le informó de cuál era su planteamiento en favor de un cambio estratégico. Y ya al salir de la cárcel, en setiembre, tuvo más detalles sobre esa hoja de ruta, que incluía un potente debate interno que no consiguió abortar la redada de octubre.

Nueva situación

Tanto a preguntas de las acusaciones como de la defensa, Rufi Etxeberria habló largo y tendido sobre ese proceso interno con varias etapas. Citó primero la Declaración de Altsasu de noviembre -sólo un mes después de la redada- como una invitación masiva al debate. Y sobre éste, explicó que ha supuesto la discusión interna más extensa y profunda que ha conocido en toda su trayectoria. No sólo por la participación de 7.200 personas, sino por su contenido: «Para mí, ése fue `el debate'». En su opinión, en realidad se trataba de «la parte final de un debate que se había iniciado en 2006, pero esa parte final era la fundamental. Por primera vez en la historia de la izquierda abertzale, las bases tomaron una posición ante ETA».

El fiscal trató de enredar la cuestión en un par de puntos. El primero consistía en insinuar que un proceso de tal calado tuvo que ser forzosamente impulsado por «un Bateragune», según su propia expresión. Etxeberria le recordó que Batasuna era ilegal y la Mesa Nacional había sido «desarticulada» en Segura dos años antes, por lo que aquella iniciativa fue tomada por un simple grupo de militantes cualificados a los que unía la preocupación «por la deriva de la izquierda abertzale». «Yo tenía una visión pareja con Otegi», añadió Etxeberria, según la cual en el proceso negociador la izquierda abertzale había mostrado que estaba «inmadura» para alcanzar sus objetivos.

En paralelo, el Ministerio Público recurrió a algunas palabras de Otegi de la víspera para preguntar a Etxeberria si ETA es parte o no de la izquierda abertzale. El testigo replicó que no existe lazo orgánico alguno aunque sí haya coincidencias en objetivos estratégicos como la independencia y el socialismo, y añadió el matiz de que sectores ajenos a la izquierda abertzale también los comparten.

Llegados a este punto, Etxeberria quiso dejar bien claro qué es lo que se ventilaba en el debate interno: «El elemento nuclear era que nuestra ponencia establecía un planteamiento de ruptura y `Mugarri' era de continuidad». Recordó que la discusión se cerró con un apoyo muy mayoritario a la tesis de que «el ciclo de la lucha armada» debía concluir «de una vez por todas». Y añadió a todo ello que quienes impulsaron aquella apuesta y ahora se sientan en el banquillo bajo amenaza de diez años de cárcel «son las personas que han sido claves; a partir de ese momento hay una nueva situación en el país».

«Una clave innovadora»

Antes que Rufi Etxeberria había declarado Miren Zabaleta, con quien se cerró el turno de los acusados. Tampoco ella negó su participación en el impulso al debate interno, sino al contrario. Detalló a la Sala que fue Sonia Jacinto quien le puso en contacto con Arnaldo Otegi y el resto, y descubrió que se trataba de «un grupo intergeneracional» que estaba lanzando «un debate de una dimensión abrumadora» sobre una clave «totalmente innovadora: que por primera vez no había que mirar a lo que hacían otros, que el desbloqueo pasaba por cambiar la estrategia de la izquierda abertzale para que así cambiara todo. Y eso -añadió- consistía en apostar por dejar a un lado la utilización de la violencia política y llevar el conflicto del terreno político-armado al exclusivamente político».

Convencida de ello, la joven navarra explicó que se implicó en labores como reunirse con personas referenciales de la izquierda abertzale para preguntarles su opinión y «ver si estaba en consonancia con lo que planteábamos». Citó a personas como Adolfo Araiz, Floren Aoiz, Koldo Castañeda o Santos Indakoetxea, que están citados como testigos. Admitió también que cruzaron la muga para mantener otros contactos con miembros de la izquierda abertzale, «en ningún caso secretos».

Mañel Serra también fue detenido en aquella redada, y a día de hoy sigue preguntándose por qué. Admitió que había acudido a la sede de LAB varias veces, pero sólo por motivos laborales, no porque fuera responsable de propaganda de Bateragune, como intenta probar el fiscal.

ABRAZO peligroso

Ángela Murillo mostró cierto interés en descalificar la declaración de Etxeberria, aferrándose a los besos y abrazos que propinó el testigo a varios acusados al entrar en la sala, sobre todo a Otegi. «Ya veo que usted le conoce y le aprecia mucho», ironizó.

«VIOLENCIA POLÍTICA»

Tras una jornada inicial en que se mostró comedida y hasta amable, la polémica jueza pidió aclaraciones a Zabaleta sobre su expresión «violencia política». «Un tiro en la nuca es eso?», preguntó. La acusada le ofreció retirar el adjetivo si se malinterpretaba.

POR AMISTAD

Una amiga de Zabaleta, Ainara Oiz, fue detenida cuando salía con unos papeles de la casa de la primera. Ambas explicaron que actuó sólo por amistad y con la única intención de preservar cierto material íntimo, como las cartas de su compañero, entonces preso.

Un texto de ETA, ¿prueba inculpatoria o exculpatoria?

En el caso de Miren Zabaleta, la acusación esgrime un documento atribuido a ETA hallado en su domicilio para intentar sostener su tesis de que todos actuaban a las órdenes de la organización armada. Y lo cierto es que el papel existe, según admitió la presa política, pero el sentido que le da el fiscal resulta contradictorio con la realidad de los hechos.

Zabaleta admitió que ese documento -en realidad, una fotocopia de una supuesta comunicación interna de ETA fechada bastante tiempo atrás- estaba en su casa de Alde Zaharra de Iruñea. Explicó que se lo facilitó una persona que entendió que podía resultarle interesante para su labor de preparar el debate interno que se avecinaba. Indicó que, efectivamente, había recopilado no sólo opiniones en entrevistas directas, sino también «documentos que reflejaban las distintas opiniones con toda normalidad». Y que, por tanto, también decidió guardar ese papel, en el que algún miembro o representante de la organización armada defendía que sólo a ETA le correspondía tomar decisiones estratégicas.

Así las cosas, Zabaleta insistió en que hay que fijarse en los hechos reales para calibrar el valor o no de ese documento. Y subrayó que, visto que hubo finalmente un debate interno y que la posición mayoritaria respaldó la apuesta exclusivamente política, «ese papel lo podíamos haber aportado nosotros mismos como prueba, porque no es inculpatorio, sino exculpatorio».

Este episodio constituye un buen símbolo de toda esta vista oral. Pese a que los hechos acreditan que la apuesta política se impulsó de modo autónomo y con cierta oposición interna, la acusación intenta sostener todavía que ETA estaba detrás de todo. Y lo hace aunque ello le obligue a pasar por alto que la lucha armada ha quedado desactivada en estos dos años.

POLICÍAS confusos

Policías que participaron en arrestos o seguimientos no aportaron más que confusión. De hecho, uno de ellos ratificó las diligencias del sumario afirmando que estaban vigilando a «jóvenes de Segi de Sestao». El fiscal optó por renunciar a varios de ellos.

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