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Raimundo Fitero

Todo cambia

Todo cambia. Los encierros televisados, muy poco. O nada. Pero los cambios no son para mejorarlos. TVE mantiene el operativo, técnicamente afinan bastante mejor, la tecnología ayuda a esta puesta al día, pero es en la narración donde no encuentran el punto apropiado y más, ahora, sin publicidad, en la que se ven obligados a hablar, a narrarnos las obviedades durante demasiados minutos. Además, en los últimos días, todavía se complica más la cosa ya que las manadas se han sentido olímpicas y han intentado batir las marcas de rapidez en el encierro y rebajando el tiempo del recorrido a muy cerca de los dos minutos, lo que significa una exhalación. Por lo tanto, con menos minutos de imágenes emocionantes, más retórica, lugares comunes y tópicos salpicados con apreciaciones realmente mejorables e incluso sustituibles o prescindibles. En este caso, la sucesión, ha sido a peor. Cosas que suelen pasar.

El material es el mismo, las cerca de treinta cámaras dispuestas en lugares estratégicos, de mayor calidad, con mayores posibilidades, son, generalmente, bien utilizadas, y la realización, en términos de ritmo, ha mantenido la narración visual de manera acertada, y en las repeticiones, con otras cámaras de apoyo, se han visto detalles interesantes. Su resultado es el de un buen producto audiovisual muy bien sustentado en la experiencia de muchos años, y aquí la sucesión de conocimientos y aplicaciones de novedades ha funcionado de manera perfecta.

Su exportación crece. Doy fe de ello, los canales internacionales siempre hacen un hueco para mostrarlo como una excepcionalidad, una rareza que se emite en horarios diversos, incluso dentro de servicios informativos, descontextualizados, como algo sorprendente, aunque en ocasiones se le apoya siempre con su áurea literaria, con sus emociones por encima de cualquier otra reflexión, porque las imágenes que proporcionan los encierros en crudo, sin sustrato cultural, costumbrista, sentimental, se convierte en un fiesta cafre, que vista con ojos de antropología social cuesta explicarse más allá de lo que se recibe de sensación de absurdo riesgo, carreras y electrizantes situaciones de peligro asumidas voluntariamente.

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