TOUR Forma física
De nada sirve correr, si no se recupera
Varias son las fórmulas que se implantan en los equipos para que sus corredores logren recobrar las fuerzas.
Simon VALMARY (AFP) | LUZ ARDIDEN
Para conseguir un Tour de Francia primero hay que pedalear, pero, para tragarse de 150 a 200 kilómetros al día durante tres semanas, el secreto es la recuperación, una fase mayúscula en la que corredores y directores centran toda su atención.
La sucesión diaria de las etapas es lo que crea la dificultad -y el mito- de las grandes vueltas, ascendiendo a los corredores al rango de superhombres dotados de organismos capaces de multiplicar intensos esfuerzos. Es también lo que empuja a algunos a recurrir a veces a medios ilícitos. Pero con un buen entrenamiento y una buena recuperación, un cuerpo acostumbrado sostiene tales esfuerzos.
«Realicé un estudio sobre la París-Niza haciendo tomas de sangre nada más cruzar la meta en lo alto del Mont Faron», explica Gérard Guillaume, el médico del equipo galo FDJ. «Los resultados habían mostrado perturbaciones que equivalían a sujetos en reanimación. Pero en unos minutos, el organismo se había recuperado».
«Todo el arte de recobrar fuerzas consiste en aproximarse a una recuperación total», subraya Guillaume. El proceso pasa primero por la compensación de las pérdidas en agua y en azúcares, particularmente. En una etapa en llano, un corredor gasta por término medio 5.000 calorías. En una etapa de montaña, se pueden alcanzar de 7.000 a 9.000 calorías.
Desde un punto de vista muscular, procuramos devolver a los músculos, muy castigados, su flexibilidad de origen y mejorar la circulación de la sangre para irrigarlos con masajes tradicionales, con las medias de tensión, sentado en una posición con las piernas en el aire...
Muchísimo frío
Un último punto de importancia suprema: el famoso sueño «reparador» según la fórmula consagrada. Ciertos corredores se lo facilitan relajándose con ondas electromagnéticas antes de acostarse sobre el colchón.
Las formaciones rivalizan en innovaciones científicas. Varias de ellas habían optado por la inyección de sustancias regenerantes para un efecto más rápido sobre el organismo que por el proceso acostumbrado de ingestión bucal y de digestión.
Este procedimiento, que recordaba algunos momentos sombríos del ciclismo, ha sido prohibido por la Unión Ciclista Internacional (UCI) en el marco de «no needle policy» (política de cero aguja).
Otros, como los equipos FDJ y el Ag2r La Mondiale, adoptaron la «crioterapia», que consiste en colocar a un corredor de dos a tres minutos en un arcón de nitrógeno, llamado «criosauna», alcanzando los -140°C.
«El choque térmico crea una vasoconstricción periférica y después, cuando el corredor sale de la criosauna, una vasodilatación muy profunda que aumenta el flujo sanguíneo en todo el organismo y elimina las toxinas», detalla Guillaume.
«El frío también va a generar la producción de ciertos mediadores de las propiedades analgésicas, antiinflamatorias o antihemorrágicas cuando hay un hematoma... Esto permite también que actúen los neurotransmisores y encontrar un mejor sueño. Es un instrumento global», añade el doctor francés.