La B.B.
Mikel INSAUSTI
Crítico cinematográfico
Esta semana he visto en televisión un documental sobre Brigitte Bardot, que en principio no viene mucho a cuento, salvo porque el inconsciente les ha podido traicionar a los programadores y se han acordado en plenos Sanfermines de que es una defensora a ultranza de los derechos de los animales, más aún si son sacrificados en público y en nombre de la fiesta.
El reportaje era de lo más hagiográfico, y venía a decir que la estrella lo dejó todo, fama y dinero, por amor a las criaturas más indefensas del planeta. Se centraba principalmente en su denuncia de la matanza de focas dentro del ámbito cultural francófono, y en su consiguiente enfrentamiento con las autoridades canadienses.
Nada se decía de su posicionamiento político en la extrema derecha o de su participación activa en campañas contra la inmigración. El tratamiento era superficial y no profundizaba en las motivaciones psicológicas de sus dos grandes fijaciones, resumibles en la frase clásica de Diógenes: «Cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro».
Fue explotada como un bello animal y su privacidad fue invadida por extraños. He ahí un par de causas para comprender mejor sus filias (animales) y sus fobias (inmigrantes).
Y cada vez le van a salir más seguidores, porque la sobrepoblación y la crisis económica está provocando que los índices de natalidad caigan en picado, junto con las adopciones en países extranjeros. Por el contrario, el número de mascotas en los hogares crece, como si favorecieran una recuperación virtual del contacto perdido con la naturaleza.