Adiós con el corazón que con el alma no puedo, al despedirme de ti... Después de nueve días acudiendo todas las mañanas a la cita con los txikis de Iruñea, la comparsa de gigantes se despidió arropada por cientos de personas.

Gente de todas las edades se acercó a las dos de la tarde al Ayuntamiento para ver por última vez a los Reyes de Europa, África, Asia y América, y a los cabezudos y músicos que les han acompañado durante todos los sanfermines.

Ojos llorosos, aplausos, gritos besos y abrazos fueron los protagonistas en la marcha de los gigantes. Todo es poco para decirles agur. Uno de los txikis más indeciso aprovechó los últimos momentos para regalarle el chupete tan deseado al gigante más querido. Otros, siguieron huyendo de los temidos kilikis.

Las personas congregadas retrasaron la despedida. No entraba un alfiler. Todos querían acercarse para besarles y darles la mano. Los kilikis se subieron a los balcones y, desde allí, agitaron un pañuelo blanco, el mismo con el que se secaron las lagrimas. Al final, se demuestra que no solo los txikis lloran.

Con el baile de la Era dejaron atrás las calles de la Alde Zaharra y comenzaron su camino a casa, la estación de autobuses donde reposarán hasta finales de septiembre, cuando saldrán para San Fermin txiki.

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Tadeo Amorena, que lleva entre los iruindarras más de 150 años, ha formado parte de la vida de muchas generaciones y a día de hoy siguen siendo los personajes más apreciados.

No queda nada mucho más que decir sobre las fiestas de Iruñea. Hurrengorarte. Agur.