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IRUÑEKO SANFERMINAK

La calle Jarauta regresa al olvido tras nueve días de non-stop

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«Qué alegría cuándo me dijeron: vamos a Jarauta a potear. Ya están pisando nuestros pies, las botellas de moscatel». Como decía la canción, el poteo ha sido una de las bases para la calle más casta de Alde Zaharra de Iruñea. No solo son las peñas y los bares que funcionan al margen de los nueve días de fiesta. También las tabernas populares que, a falta de txosnas, permiten desarrollar espacios alternativos durante los sanfermines. En estos últimos nueve días, la calle más castigada por el Ayuntamiento recupera una imagen más parecida a la Jarauta que fue que a la zona olvidada en la que la ha convertido el Consistorio. Aunque tanto hosteleros como vecinos recuerdan lo mismo: no vale con nueve días al año. Cuando las peñas cierren sus puertas hasta el año que viene, una de las calles más emblemáticas de Alde Zaharra volverá a su habitual imagen de abandono.

«Esta es un a calle de Tercera División», se queja un camarero tras la barra del bar Goal. Los socavones que asolan el piso dan la impresión de que nos encontramos ante una calle desolada, herida por tantas batallas. Curiosamente, esta es la única arteria de todo Alde Zaharra cuyo pavimento no ha sido renovado en los últimos años. «Al final te acostumbras, pero esto no es normal», señala un vecino, que se queja de que «a la gente le da igual que haya agujeros. Viene, se lo pasa bien y durante el resto del año se olvida». Una queja que el hostelero extiende a las autoridades. «Por aquí ha estado almorzando hasta Elma Saiz (delegada del gobierno español en Nafarroa). Seguro que no vuelve a pisar la calle hasta el próximo año».

Una de las preguntas más habituales de los foráneos que se han dejado caer por Iruñea era el por qué de los colores que decoraban las aceras de Jarauta este año. Al contrario de lo que muchos opinaban en un primer momento, no se trataba de una forma de engalanar la calle, sino de una protesta vecinal realizada dos semanas antes del inicio de las fiestas. «Esta es una calle para vivir, pero solo tiene vida nueve días», señala un hostelero que prefiere no ser identificado.

Lo cierto es que durante estos últimos nueve días, la calle ha estado a reventar. Un respiro para un sector hostelero que ha padecido en primera persona cómo el abandono municipal provocaba la fuga de clientes. Así que, mientras que llegan las próximas fiestas, los vecinos de Jarauta seguirán reivindicando que existen. A.P.

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