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Ante la crisis, inteligencia

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Mikel CHAMIZO Crítico de música

Tras el brutal recorte presupuestario del pasado año, la duda era cómo iba a readaptar la Quincena Musical su sobredimensionada programación. Resultaba casi obvio que el número de conciertos habría de disminuir, y así ha sido. Hace cinco años los espectáculos solían ser más de 100, pero este verano serán «sólo» 77. También será la primera vez en varias décadas que la Quincena abra y cierre en agosto, cuando habitualmente se clausuraba sobre el 5 de setiembre. La cantidad, por tanto, se ha modificado, pero, ¿y la calidad? Para sorpresa de todos, la Quincena se ha descolgado con la programación más redonda de los últimos años. El eje artístico en torno a Hungría es llamativo y está bien desarrollado a lo largo de los diversos ciclos.

Hay todo lo que tiene que haber (ópera escenificada, ballet, orquestas, música de cámara, lied...) y todo es, además, de un elevado nivel general. El gran esfuerzo económico que supone traer a orquestas del extranjero se ha equilibrado pidiéndoles que toquen dos y hasta tres veces. No hay directores estrella como Barenboim o Gergiev, pero el conjunto de maestros escogidos representan una parte de lo mejor de la dirección orquestal en Europa. Lo mismo se puede decir de los solistas. Es, en definitiva, un ejemplo de cómo se puede capear la crisis con responsabilidad e inteligencia.

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