Maite SOROA | msoroa@gara.net
Ansón y el «espíritu de la Transición»
La clase política española está ya más pendiente de la fecha de las próximas elecciones que de cualquier otra cosa, y ayer la mayoría de los medios anduvo mareando la perdiz electoral y analizando la puñalada que los de «El País» le dieron la víspera a Zapatero.
Algunos, sin embargo, aprovecharon la efeméride del 18 de julio para arrimar el ascua a su sardina y escribir la historia a su conveniencia. Así llevan 75 años. Es el caso de Luis María Ansón, quien en «El Mundo» sostenía que «si la II República hubiera sido una forma de Estado, España viviría hoy bajo el régimen republicano. Pero la II República no fue una forma de Estado sino un proceso revolucionario que se desarrollaba de forma imparable hacia la gran fascinación de la época: el comunismo, es decir, la dictadura del proletariado. A esa dictadura se enfrentó otra dictadura, la dictadura de la clase media, es decir, el fascismo. Y eso es lo que luchó en la guerra incivil española: comunismo contra fascismo». Vamos, que más o menos eran todos lo mismo. Que la República hubiera sido proclamada por el pueblo y que el Frente Popular contara con el aval de las urnas es lo de menos. Eran rojos, y por tanto, tan malos, o peores, que los de la «clase media».
Ansón sostiene luego que a Franco «le salvó la voracidad de Stalin», que tenía a las potencias occidentales en un sinvivir, y que, por eso, «murió en el poder, tras una agonía atroz que nadie desearía ni a su peor enemigo». Pues servidora conoce a algunos que le hubieran deseado agonías peores. En esto llegó la llamada Transición, en la que para el vetusto periodista «la grandeza de todos, desde Tarancon a Carrillo, consiguió enterrar las sombras de la guerra con sus vencedores y vencidos». Quienes todavía siguen enterrados son muchos de aquellos y aquellas a las que los fachas asesinaron en las cunetas sin que nadie les haya hecho justicia.
Pero Ansón no quiere que se remuevan tierras ni conciencias, por eso concluye que «lo más acertado es terminar cuanto antes con la pesadilla zapatética y restablecer el espíritu de concordia de la Transición y el pacto de Estado entre el centro derecha y el centro izquierda». Lo que quiere es que el pueblo olvide su historia, pero en Euskal Herria va listo.