Culebreamos como siempre, en pleno estado vacacional intermedio, sabemos que gran parte de lo que se nos ofrece en televisión está recalentado, son reposiciones, redifusiones, resucitaciones y alguna que otra probatura fuera de los momentos de mayor audiencias. Lo que pasa es que admitiendo tele como electrodoméstico esencial de compañía, los afectados por todos los síndromes de apalancamiento frente al mismo, deberíamos merecer el mismo respeto en julio que en noviembre, y muy especialmente en las cadenas de titularidad pública sin anuncios que, en buena deducción, vive de los presupuestos generales y debe atender a todos, de la mejor manera posible.

Y se admite que se recuperen series antiguas, como aquí hemos señalado aplaudiendo alguna de ellas, que se ofrezcan capítulos ya vistos de series actuales, entregas repetidas de esos programas viajeros para aprovechar mejor la inversión, pero lo que nos parece un poco abusivo es que dos noches seguidas, a la misma hora, en dos canales oficiales, 24 horas y La 2, se emitan los mismos programas, las mismas entregas, los mismos reportajes. Los mismos, exactamente iguales una noche y la siguiente. Es decir, se debe entender que alguien al apretar el botón del play y seleccionar el capítulo a emitir, o el día de emisión y la hora, se equivocó y repitió.

Les ha pasado más veces. Recuerdo que otra madrugada, hace ya meses, en la reiteración de los telediarios nocturnos, emitieron durante unos segundos suficientes para descubrirse el error, el del día anterior. Incluso ha sucedido al revés, estrenando un capítulo inédito de una serie que hasta setiembre no se lanzará a la competición por las audiencias. Deberían pedir disculpas, entre otras cosas porque los televidentes de edad provecta, aquellos que en las noches de verano se refrescan con calorías de tinto de verano en cantidad para adormilarse, pueden sufrir sustos, como si hubieran perdido la memoria o se desubicasen, cosa que le pasó a este cronista, que creyó estar durmiendo, o dormido y despertado fuera del tiempo. Se trata de programas informáticos, de usos y costumbres rutinarios, pero la persistencia en el error demuestra desatención.