Editorial 2011/7/19, THE NEW YORK TIMES (Traducción: GARA)
Europa al borde
El tiempo se acaba para salvar a Grecia y, más allá, a la moneda común, el euro. El cumbre de emergencia del jueves se perfila como el momentum Lehman Brothers.
Si los líderes europeos fallan a la hora de liberar a Grecia de sus insostenibles obligaciones para con la deuda -bajando los tipos de interés y alargando los plazos de vencimiento, como mínimo- la reacción del mercado, para toda Europa, puede ser implacable e incontenible si los inversores llegan a la conclusión de que ninguna deuda soberana está segura de su posible quiebra.
Si Europa hubiera hecho frente al problema griego hace año y medio, hoy la crisis probablemente hubiera sido más contenible y manejable. Hubiera alcanzado un acuerdo general con Atenas mediante la implementación de reformas de ayuda al crecimiento con garantías y ayudas financieras de largo plazo.
Pero ello hubiera significado decir a los contribuyentes de Alemania y otros países del norte europeo que deberían haber financiado algunos rescates y costos de la recuperación (como, en cualquier caso, finalmente están haciendolo). Y hubiera significado reconocer que los fuertemente expuestos bancos alemanes y franceses tendrían que haber sido recapitalizados a expensas de los contribuyentes.
En su lugar, los líederes de la Unión Europea impusieron a Grecia severas condiciones de austeridad que sofocaron el crecimiento. Prestaron sólo el dinero suficiente para que pudiera seguir pagando a los prestamistas, mientras el ratio de su deuda en relación al producto interior bruto se disparaba.
Con tipos de interés más bajos, con plazos de vencimiento más largos y la promesa de un apoyo a largo plazo de las instituciones europeas, Grecia podría haber tenido una posibilidad para luchar, o como mínimo, tiempo suficiente para una solución negociada con sus acreedores. (...)
La primera, y quizá inmediata, consecuencia del fracaso de la cumbre podría ser una quiebra griega desordenada y destructiva. Las hondas de choque se expandirían a Irlanda y Portugal cuando los prestamistas lleguen a la conclusión de que si Grecia quiebra a pesar de los programas de rescate de la UE, también lo harán esos países.
España e Italia podría ser también aspiradas. Son economías grandes, solventes, amenazadas por la crisis de liquidez si los costes de sus intereses siguen creciendo. Pero los mercados del crédito, viendo a Europa paralizada, han empezado a alejarse de estos dos también. La UE se puede permitir rescates sostenibles para las tres más pequeñas economías. Pero sería muchísimo más costoso hacerlo con las dos mayores.
Lo que importa es que la ayuda que Europa decida lo sea con tipos de interés más bajos y plazos de pago mayores y una mayor posibilidad de crecimiento para Grecia y las otras economías fuertemente endeudadas. Europa en su conjunto puede pedir prestado dinero con tipos de interés mucho más bajos, y esos fondos pueden ser usados para reestructurar y refinanciar la deuda griega.
Ninguna solución de ese tipo es posible hasta que la Canciller Merkel retroceda en su irreal insistencia de que los acreedores bancarios de Grecia soporten parte del costo de cualquier reestructuración de la deuda. A los contribuyentes alemanes, y de toda Europa, hay que decirles que todos pagarán un desastroso alto precio si se deja a Grecia hundirse. Los líderes europeos necesitan hacer duras y difíciles elecciones. Y necesitan hacerlo ahora