Camino de la perfección. La edición de «Supervivientes» que acabó el jueves en Tele 5, ha sido un ejercicio casi perfecto de diseño, producción, guión, presentación y representación. Me rindo. Desde la más extrema lejanía ideológica, estética, de afinidad, debo entregar mis prejuicios, y analizar lo que han ofrecido a las audiencias, y en eso, han conseguido un espectáculo televisivo redondo.

No ha faltado de nada. Se ha demostrado, en este caso, que la selección de concursantes ha sido idónea. La mezcla de famosos, súper famosos, medio famosos y anónimos en regalía, ha funcionado. De hecho, a la terna final llegó una de las desconocidas y ganó una medio famosa, muy conocida, pero los méritos de Rosa Benito son ser la cuñada de Rocío Jurado, reciclada en tertuliana gris en Sálvame, y ahora en dueña de doscientos mil euros, una bronca en plató con su marido por celos, y una fama de buena estratega y concursante eficaz pese a su edad, capaz de controlar tensiones y sale con una imagen renovada e independiente.

Quien haya ganado, no es irrelevante, pero no nos despierta tanto la admiración. Lo que hemos notado es que se ha ido produciendo bajo perfecta regulación un nivel de intriga, conflicto, supuestas afinidades incluso amorosas, erotismo, acción, broncas descomunales, trifulcas sonoras y un clima de competitividad que ha ido creando afición. Cada uno de los elementos del guión han funcionando. Todos los roles han ido encajando para crear los tramos adecuados para llamar la atención. Las retiradas a tiempo, las vueltas de elementos tan detonantes de audiencias como Aída Nízar, en su papel de la mala, la involucración insulto a insulto del propio presentador, Jorge Javier, todo ha funcionado. Las audiencias lo corroboran, en la final cerca del cuarenta por ciento, casi como un partido de fútbol de sumo interés. Es decir, que rendido ante la evidencia, deberemos asumir que volverá, pero que el equipo de profesionales nos ha ofrecido, en su género, algo muy bien diseñado, realizado y contado. Por eso aplaudimos. Por nada más. Por ver un trabajo bien hecho, aunque creamos que ese talento se podría utilizar en mejores historias.