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ENSAYO

Goza y haz gozar

Iñaki URDANIBIA

Nombrar al filósofo normando Michel Onfray trae emparejado una serie de posicionamientos ateos, materialistas, epicúreos, cínicos, dandis, libertarios y... por supuesto, hedonistas. En resumidas cuentas, y por definición propia, es defensor de un nietzscheísmo de izquierdas. Tanto sus clases en la Universidad Popular de Caen o en la Universidad Popular del Gusto en Argentan dejan ver a las claras su postura combativa y contracorriente; si alguien duda, que vea su «tratado de ateología» o su «anti-manual», o incluso sus entregas de la «contra-historia» de la filosofía. Decía Louis Althusser que la filosofía es un campo de batalla, y el nada althusseriano autor de este «Manifiesto» le da la razón en su actividad de agitador cultural, filosófico y político, ya que, en su opinión, a lo largo de la historia del pensamiento se ha producido una tenaz lucha entre el materialismo y el idealismo, venciendo este último en la figura de Platón y de su heredero, el cristianismo. El coraje que le produce el arrinconamiento del «más acá» en beneficio de un supuesto «más allá», es lo que sirve de motor a toda su obra.

En este bello libro que ahora se presenta, las primeras cincuenta páginas pertenecen a Onfray, pedagógico y agudo, a veces rozando la burda simplificación como en sus, últimamente, habituales descalificaciones de Freud. Hace una panorámica sobre el tema, enfocando las distintas esferas: psicológica, ética, estética, erótica, bioética y política; señalando previamente sus premisas metodológicas: las de un materialismo sensualista y una filosofía pegada a la vida y no a la jerga abstracta de los especialistas. Deja posteriormente paso a sus trece invitados, a los que homenajea y usa como pretexto para completar su «hedonismo explicado a los niños». Entre ellos hay, como en botica, de todo: filósofos, coreógrafos, gastrónomos, pintores, escritores, fotógrafos, alguna cantante... Es un manifiesto que se alza contra las pasiones tristes, y las rumias por los campos de la muerte para proponer, a cambio, una decidida apuesta solar. Si se exceptúan las páginas iniciales, el resto son como fogonazos que salen disparados desde el espíritu de los homenajeados.

El hedonismo onfrayano -todo hay que decirlo- se complementa, en estos últimos tiempos con una minimización de los efectos del calentamiento global, con un abierto ataque al «catastrofismo» ecologista y una apuesta decidida por lo nuclear, en unas posiciones cercanas a las del ex ministro Claude Allègre, posturas que al que esto escribe se le antojan acordes con el desarrollismo productivista. Nada que ver con la sencillez de los reivindicados discípulos de Diógenes el cínico, que proponían «vivir conforme a la naturaleza» y «cambiar la moneda al uso».

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