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Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Trastiendas

 

Parece innegable que los que se encargan de entretener televisivamente en el Estado español sobre todo mediante programas en directo, hablamos de Tele 5, lo están haciendo bien. Bien si consideramos que el objetivo es tener audiencia. El fin consiste en entretener y para eso no hay nada más indicado que disponer en nómina a guionistas capacitados y capaces de dejar de lado sus escrúpulos. Todo vale, nada ni nadie es incuestionable.

Me viene a la memoria un libro de Ian Driver, «Un siglo de baile», que cuenta cómo se crearon los maratones de baile durante La Gran Depresión norteamericana. Los concursos consistían en unas pruebas de resistencia en las que la motivación de los participantes era únicamente económica. Al mismo tiempo, en el cine, un abismo separaba los musicales de ensueño de la dura realidad socioeconómica. Las películas y su star system colaboraban en la evasión momentánea de una población rodeada de un ambiente de posguerra y depresión. Los protagonistas parecían estar alejados de todo sufrimiento terrenal mientras la sociedad civil trabajaba sin descanso. Los musicales, sus personajes y sus estrellas se convirtieron en los modelos a los que aspirar.

Pero si Ginger Rogers y Fred Astaire bailaban «por amor», en los salones los concursantes danzaban hasta la extenuación por dinero, por morbo. Había espectadores, patrocinadores... El coste era mínimo y el sufrimiento inmenso, así que en 1933 los declararon oficialmente ilegales. La tele de nuestros días bebe de lo peor de aquellos concursos, de sus miserias y nos demuestra aquello de que si algo puede empeorar... empeorará.

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