Tras la convocatoria de elecciones estatales para noviembre, el domingo el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, afirmó que aspiran a que la siguiente legislatura traiga «un nuevo estatus». Esta ambigua afirmación fue contestada ayer por la izquierda abertzale con una pregunta: quiere saber si el PNV «se refiere a darle una capa de pintura más a un Estatuto agotado, que es a lo que se ha dedicado hasta ahora, lanzando balones y responsabilidades fuera a la hora de trabajar por la paz y por las soluciones».

En una nota de prensa, la izquierda abertzale remarca que Urkullu usó ese término para «poner el celofán» a su propuesta electoral para el 20-N, pero al mismo tiempo «evitó mostrar qué hay bajo el celofán». Por ello, le anima a «dar el paso y definir si cuando habla del nuevo estatus político se refiere a lo que demanda la mayoría de este país, que es el reconocimiento de Euskal Herria como nación y el derecho de autodeterminación», a los que alude como «bases fundamentales para la construcción de la paz y de las so- luciones».

«Deber cumplido»

La izquierda abertzale también critica otros aspectos de las declaraciones de Urkullu. En primer lugar, le recuerda que con su apoyo al PSOE no sólo ha logrado ciertas transferencias, sino que también «ha aumentado el paro hasta casi los cinco millones de personas, los trabajadores disponen de peores condiciones laborales, hay una grave crisis a nivel social...» En resumen, le indica que «ha puesto un cheque en blanco para las reformas laborales y sociales como contrapartida a sus intereses partidistas».

En paralelo, le reprocha que insista en hablar de «la espada de Damocles de la violencia» cuando «el PNV sabe perfectamente que la única espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas es la de Madrid, que a día de hoy sigue negando los derechos que nos corresponden como pueblo y sigue bloqueando cualquier avance en la nueva fase política abierta en nuestro país, a la que la organización ETA ha aportado en positivo, mostrando su voluntad clara e inequívoca».