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La crisis siria molesta a la comunidad internacional

La felicitación del presidente sirio, Bachar al-Assad, a sus Fuerzas Armadas por su «lealtad» coincide con el 66 aniversario de la creación de éstas, pero también con el recrudecimiento de la represión de las revueltas. Los muertos de los últimos días se cuentan por centenares. El empeoramiento de la situación ha provocado una nueva reacción de Occidente. La UE anunciaba ayer más sanciones de forma inminente contra el Gobierno de Al-Assad y el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió en Nueva York a puerta cerrada. La posibilidad de una intervención militar fue rechazada por el secretario general de la OTAN y por dirigentes europeos con el socorrido argumento de que Siria y Libia «son distintas». Lo cierto es que el ejemplo libio -y la crisis- no animan precisamente a ser imitado.

Sin embargo, resulta inevitable la comparación de esta actitud de la comunidad internacional con la mantenida respecto a Libia, es decir, la inmediata y contundente reacción militar. Si en aquel caso la actitud rezumaba hipocresía y el supuesto objetivo de la interven- ción militar, la defensa de la población civil, sin tardar se reveló como la falacia que era, en éste la evolución de la crisis siria ha llevado a la comunidad internacional a una situación muy incómoda que pretende aliviar con medidas como las anunciadas por la UE. Esa incomodidad se debe precisamente a su doble vara de medir, que en ocasiones como ésta, con al menos 140 muertos recientes y unos 2.000 ya desde marzo, deja aún más en evidencia que sus intervenciones supuestamente humanitarias no obedecen sino a sus intereses económicos y geoestratégicos.

En Siria se recrudece la represión, pero las protestas no remiten y la situación es cada vez más incierta. La postura de Occidente, sin embargo, no ayuda a la resolución por medio de «un verdadero diálogo inclusivo», sino que se limita a reaccionar por incomodidad.

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