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NEGOCIACIONES SOBRE EL TECHO DE ENDEUDAMIENTO EN EEUU

Un acuerdo acogido con alivio pero que no suscita ningún entusiasmo

Apremiado por el calendario y en la cuenta atrás hacia la suspensión de pagos, el presidente estadounidense Barack Obama anunció en la noche del domingo -madrugada de ayer en Euskal Herria- un acuerdo para elevar el techo de la deuda estadounidense, al que faltaba el plácet del Congreso y el Senado. Las críticas no se hicieron esperar y los mercados bursátiles plasmaron en caídas el escaso entusiasmo levantado.

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Imanol INTZIARTE | DONOSTIA

Reza un axioma jurídico que más vale un mal acuerdo que un buen pleito. Sin embargo, al pacto de última hora alcanzado por demócratas y republicanos para elevar el techo de la deuda estadounidense -hoy se cumplía la fecha límite antes de entrar en suspensión de pagos- le han llovido los palos desde el minuto uno.

Tampoco es de extrañar, teniendo en cuenta el escepticismo con el que fue presentado por el propio Barack Obama. «¿Es este el acuerdo que hubiera preferido? No», se autorrespondió el presidente.

En su alocución, enumeró algunos de los pelos que se ha tenido que dejar en la gatera frente a la fortaleza republicana en el Congreso. Por ejemplo, el aplazamiento del incremento de los impuestos a los más pudientes. «Creo que tenemos que pedir a los americanos más ricos y a las grandes corporaciones que paguen una tasa justa elevando los impuestos e imponiendo deducciones especiales», señaló ante uno de los puntos que ha quedado aparcado.

En cuanto a los recortes sociales, defendió que «necesitamos hacer algunos ajustes modestos en programas como Medicare para asegurarnos de que hay fondos para las generaciones futuras». Medicare es, en pocas palabras, un programa público de cobertura de seguridad social que provee de atención médica a personas mayores de 65 años. No será el único tijeretazo.

El resultado de los recortes «será el menor nivel de gasto anual en el plano doméstico desde que Dwight Eisenhower era presidente (1953-1961), pero a un nivel que aún nos permite invertir en la creación de empleo y en temas como la educación y la investigación», indicó el presidente.

Posteriormente, la Casa Blanca matizó que los recortes no entrarán en vigor hasta 2013, una vez que se revoque la reducción de los impuestos a los más ricos mediante una reforma fiscal. Para entonces se habrán celebrado elecciones presidenciales en noviembre de 2012, y es incluso posible que la Casa Blanca haya cambiado de inquilino.

Cabía la opción, y no era un imposible visto cómo ha discurrido este asunto, de que todo lo acordado se quedase en nada para cuando estas páginas viesen la luz. Durante esta madrugada, el Congreso y el Senado tenían previsto votar para ratificar, o no, este pacto.

Para muestra del descontento en ambas facciones bastan un par de botones. Desde el lado demócrata, el congresista Emanuel Cleaver definió el acuerdo como «un sandwich de Satán espolvoreado de azúcar. Si levanta el pan no le gustará lo que ve». Desde el lado republicano, Michelle Bachmann (Tea Party) lo criticó al estimar que «se gasta en exceso y no se recorta lo suficiente».

Hacia la «república bananera»

La prensa no mostró precisamente alborozo en el lado oeste del Atlántico. «Para escapar del caos, un acuerdo terrible», advertía «The New York Times» en su editorial. El rotativo reconocía que «el acuerdo permitirá evitar a corto plazo, y probablemente incluso durante 2012, una suspensión de pagos de consecuencias catastróficas».

Pero, añadía, se trata de «una capitulación casi total» frente a «los republicanos extremistas», que «afectará a los programas que benefician a la clase media y a los pobres, y frenará el relanzamiento de la economía».

En las mismas páginas, el Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman, acusó a Obama de «rendirse» y denunció que este acuerdo demuestra que «la extorsión pura y dura funciona y no tiene coste político alguno», lo que conduce a Estados Unidos «cuesta abajo por la carretera hacia el estatus de república bananera». Al margen de las formas, respecto al fondo del pacto subrayó que «recortar el gasto mientras la economía está deprimida no ayudará a la situación presupuestaria, sino que la empeorará».

«The Washington Post» indicaba que «ninguno de los implicados en las negociaciones puede sentirse orgulloso», mientras que «USA Today» consideraba que no se hace sino aplazar el problema de la deuda.

No todo eran críticas. «The Wall Street Journal» aseguraba que si un buen acuerdo es aquel que contiene algo por lo que todos lo odian, éste es «un triunfo», aunque a la hora de repartir medallas tenía claro que la de oro se la llevan el Tea Party y el resto de partidarios del «gobierno reducido», en referencia a la mínima injerencia posible de la administración en los asuntos económicos.

Las bolsas, de más a menos

En las bolsas, la noticia se recogió con optimismo en las primeras horas. En Asia cerraron al alza -Tokio, Seúl, Hong Kong...- y en Europa la apertura siguió por los mismos derroteros. Sin embargo, en el Viejo Continente los ánimos se enfriaron a medida que transcurría la sesión, y la apertura a la baja de Wall Street fue la puntilla.

Madrid perdió un 3,24%, la mayor caída desde el 29 de junio de 2010 (-5,45%). Milán cedió un 3,1%, Lisboa un 2,5%, París un 2,27%, Fráncfort un 1,74% y Londres un 0,7%. A media sesión, el Dow Jones estadounidense perdía el 0,31%.

Los analistas, más que al acuerdo anunciado por Obama, culparon del batacazo a los malos datos macroeconómicos estadounidenses, concretamente a la caída del índice ISM, que refleja la fortaleza del sector manufacturero. El pacto para elevar el techo de la deuda no tuvo la fortaleza suficiente como para ejercer de contrapeso.

China, principal acreedor

China es el principal poseedor de deuda estadounidense. Su Gobierno optó por un prudente silencio, pero la televisión pública sí que editorializó sobre el tema en sus informativos. A su juicio, se trata más de un anuncio efectista que de un auténtico acuerdo de fondo. «Los contribuyentes estadounidenses y los acreedores se dan cuenta de repente de que la crisis de deuda es tan sólo una herramienta (...) y que la principal preocupación es la construcción de capital político para las próximas elecciones presidenciales».

¿Papel mojado?

El acuerdo anunciado por Barack Obama tenía que ser votado para su ratificación en el Congreso y en el Senado. Estaba previsto que ambas cámaras se reuniesen esta pasada madrugada (hora de Euskal Herria). El pacto tenía numerosos detractores en las filas republicanas y demócratas.

patada a seguir

Diferentes medios de comunicación y análistas coincidían en que este acuerdo no satisface a casi nadie, pero sirve al menos para despejar un balón envenenado hasta después de las presidenciales de noviembre de 2012. Obama gana tiempo pero cede posiciones ante el Tea Party.

defensa

Los recortes no se ciñen exclusivamente al gasto social. También se llevará un buen mordisco el presupuesto de Defensa, el primero que sufrirán las cuentas del Pentágono desde los años 90. «The Wall Street Journal» ya lanzó las primeras críticas.

Putin acusa a EEUU de «parasitar» la economía

El primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, expuso con contundencia su opinión sobre la gestión económica estadounidense, un país que «vive a crédito, por encima de sus posibilidades, gravando a la economía global con sus problemas y viviendo como un parásito de la economía global», sentenció.GARA

riesgo récord

La prima de riesgo -el interés de más que exigen los inversores para comprar títulos de un país en vez de títulos de Alemania, valor de referencia-, batió ayer un nuevo récord en el Estado español (374,6 puntos) y en Italia (352 puntos).

Principales puntos

1. Incremento del techo de la deudaEl presidente autoriza al Congreso a elevar el techo de la deuda por un valor mínimo de 2,1 billones de dólares. Esto garantiza que el límite no deberá alzarse de nuevo hasta 2013, para evitar nuevas luchas en el tramo final de la campaña electoral a las presidenciales de noviembre de 2012.

2. Reducción del déficit en al menos 2,5 billones de dólares durante los próximos 10 años2.1. El acuerdo impone inmediatamente un recorte del déficit por valor de 1 billón de dólares, basado en varios ejes:

2.1.1. El ahorro de más de 900.000 millones de dólares a lo largo de una década en gastos domésticos no imprescindibles. Esto reducirá el gasto doméstico anual al nivel más bajo desde la presidencia de Dwight Eisenhower (1953-1961).

2.1.2. Un recorte de 350.000 millones de dólares al presupuesto base de Defensa, que supone el primer golpe a las arcas del Pentágono desde los años 90 y que se implementará de acuerdo con una revisión de las misiones de Estados Unidos.

2.2. Un nuevo comité bipartidista en el Congreso se encargará de presentar antes de noviembre un plan que reduzca el déficit en 1,5 billones adicionales. El Congreso deberá votarlo antes del 23 de diciembre de 2011.

2.3. El acuerdo incluye un mecanismo para asegurar que antes de 2013 se consigue al menos una reducción del déficit de 1,2 billones de dólares.

2.3.1. Esa cláusula contempla un recorte dividido entre programas civiles y de defensa y no afectará a la Seguridad Social.

2.3.2. Además, incentiva las negociaciones en el comité bipartidista para encontrar nuevos medios para reducir el gasto y actualizar el plan. De no tomar ninguna acción, el mecanismo agregará automáticamente otros 500.000 millones en recortes al presupuesto de Defensa, y recortará programas de infraestructura y educación, entre otros.

2.3.3. El mecanismo entra en vigor el 1 de enero de 2013, el mismo día que caducan los recortes de impuestos a los altos ingresos que aprobó George W. Bush y que Obama extendió el pasado diciembre. En caso de que el presidente considere que el plan no es equilibrado, decidirá no extender esos recortes de impuestos y sumará así alrededor de 1 billones de dólares a la reducción del déficit, según la Casa Blanca.

3. Reforma fiscal

En la segunda fase de la reducción del déficit, el comité bipartidista considerará poner en marcha una reforma fiscal para poder aumentar los impuestos, algo que rechazan los republicanos, al tiempo que considera cambios a programas sociales, a lo que se oponen los demócratas.

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