Lo peor de todo el suceso con la enseña asturiana reside en los modos, en la forma tan autoritaria como el seleccionador, Ginés Meléndez, acudió al lugar donde se encontraba celebrando el campeonato europeo de fútbol sub-19 un chaval de apellido Muñiz, y sin mediar palabra, en un gesto adusto, cuartelario se la arrancó, la arrugó y no se sabe qué hizo exactamente con la bandera oficial del Principado de Asturias. El chaval se quedó frío, siguió bebiendo de su botella de agua, miró a sus compañeros, al igual que ellos le miraban a él, y entendió que estaba bajo la disciplina de un intolerante, de alguien que hace muy poco consintió que toro jugador fuera con la rojigualda, pero la franquista, y que en sus declaraciones posteriores se quiso justificar de malas maneras, diciendo que «no he matado a nadie». Menos mal.

Los que estaban presenciando el partido en directo se quedaron con un gesto rápido, sin tiempo para comprender con exactitud lo sucedido, pero posteriormente los espacios deportivos, en primer lugar, y los generalistas al día siguiente, encontraron una veta para ir haciendo tertulias, polémicas. Y de nuevo, como dijo alguien, se demostró que «los fachas están muy envalentonados», porque cualquier detalle lo convierten en una cruzada. Y ese siervo de Florentino Pérez, que dirigió nefastamente el periódico deportivo Marca, que lo pasaron a Veo 7 para enterrarla, sigue demostrando sus desconocimientos futbolísticos en Marca.TV, y allí, el navarro Eduardo Inda se mostró el adalid de la derechona más rancia, despreciando de manera insultante toda enseña que no sea la española, y haciéndolo, también, con un talante autoritario de asustar.

En el fútbol coinciden muchos, demasiados odios políticos, y este tipo es una de esas muestras delirantes del españolismo imperial, crecido hasta lo patético por los triunfos de rojas, rojillas, rojitas y demás selecciones. El caso que ahora comentamos es una muestra de lo que nos espera. La cruzada y la reconquista del nacional catolicismo español ha comenzado y lucha en todos los frentes. El fútbol es muy goloso, como ya sabía Franco, y lo han sabido todos sus herederos.