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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Directriz para mostrar la unidad de España

La presencia de Martin Garitano en el acto de Loiola seguía ayer coleando en algunos medios, para los que actitudes comprensibles, lógicas e incluso necesarias en este país son motivo de tratamiento «democrático» al estilo del 36.

En un comentario editorial, «Abc» se escandalizaba porque «el diputado general de Guipúzcoa, Martín Garitano, apoyaba públicamente a los presos de ETA. Bildu, la formación a la que pertenece Garitano y que el Tribunal Supremo calificó como heredera de ETA/Batasuna, ratifica así su condición de infiltrado del entramado batasuno en las instituciones, para desesperación de los que estaban prevenidos y sorpresa de los peligrosos ingenuos que esperaban otra cosa». ¿Qué otra cosa esperaban, que saludase con el brazo en alto? Seguro que si hubiera defendido la unidad de España, «Abc» habría dicho que no es suficiente.

Y es probable que no fuera suficiente, porque, a tenor de lo manifestado por otro comentario editorial, éste de «El Mundo», España se rompe, en esta ocasión por sus selecciones de fútbol. El comentario, titulado «Una normativa clara para mostrar la unidad», se refiere al incidente provocado por el entrenador de la selección española sub'19 de fútbol al arrebatar a un jugador gijonés la bandera de Asturias con la que pretendía recoger la copa que habían ganado. Dice el plumilla de Pedro J. que «el seleccionador, que ha recibido críticas injustas por esa acción (algunas tan fuera de tono como la de IU de Asturias, que afirmó que su gesto era la prueba de que `los fachas están crecidos'), se limitó a cumplir con la normativa interna de la Federación, que no permite mostrar símbolos distintos a los nacionales en la recogida de trofeos. Ahora bien, esta directriz debería extenderse a los festejos sobre el campo, pues allá donde participe el deporte español debe estar representado por los símbolos que nos identifican a todos, especialmente tratándose de citas internacionales que concitan la atención de millones de espectadores». El problema es que todos los símbolos no nos representan a todas, y pretender que lo hagan a base de directrices parece bastante complicado. ¿Y si dejasen a las jugadoras y jugadores elegir la selección por la que se sienten representados y con la que quieren jugar?

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