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Tere Sáez Colectivo Andrea

Escoltada y victimizada? No, gracias

Creemos que la escolta no se debe pedir como medida generalizada. Sí insistir en que el control se haga hacia ellos, los maltratadores

Partimos del reconocimiento de la diversidad entre las mujeres, también entre las que sufren algún tipo de violencia de género. La diversidad se da en cuanto al grado de peligro o riesgo para la mujer y también de la vivencia subjetiva del mismo y de qué recursos y/o medidas pueden ayudarte en tu seguridad. Por ello, compartimos que aquellas mujeres que lo soliciten puedan tener escoltas.

Esto significa también que hay que analizar el tema de los escoltas y las escoltas a la hora de defenderlos o no para todos los casos desde estos parámetros:

Primero; si es necesario por peligro de la vida de la mujer, ponerle escolta, si ella lo quiere, inmediatamente. Lo sorprendente es cómo ante realidades crudísimas y muy claras no se hayan puesto antes, excepto a algunas mujeres y en los últimos años

Segundo; preguntarse si llevar escolta sirve para fortalecer la autonomía de las mujeres. Tener la vida controlada a todas las horas del día difícilmente garantiza la autonomía personal. Te hace vivir y vivenciarte constantemente como víctima. Puede aislarte del entorno más cercano que no puedes compartir con las personas con los escoltas. Si decides a ratos pasar de ellos para hacer tu vida, si te sucede algo, la culpabilidad hacia una misma sería terrible, mucho más allá de la que ya hoy en día se les hace sentir a muchas mujeres que sufren violencia de género (le has cogido el teléfono, no le has denunciado...). Con tus hijos e hijas puedes tener verdaderos problemas de que no entiendan nada y se vivan como agentes especiales tipo película. ¿Garantiza la verdadera seguridad a todas las horas?: No. El maltratador que está dispuesto a «antes muerta que sin mí» buscará los resquicios, que los hay, ya que, como decíamos antes, hay momentos de la vida en que una no está escoltada.

La mejor medida de garantía y seguridad para la mujer es que, si el maltratador está en la calle, la persona escolta, pero de vigilancia y control, la tenga él. Que no lo dejen ni a sol ni a sombra. Control en todos los momentos en cuanto pone el pie en la calle. Por lo tanto, limitaciones de horarios... y además otra ventaja es qué podrá sentir en su carne, qué es eso de que te controlen la vida, los movimientos y pensamientos, como ha hecho él con la mujer a la que ha maltratado.

Plantear la medida de escoltas como lo fetén y necesario quita un lugar preferente a la prevención e implicación ciudadana en la lucha contra la violencia de género. Es verdad que pueden ser compatibles, pero de entrada poner el énfasis en esa protección puede significar no tomar las otras medidas y especialmente no sensibilizar y formar para que la sociedad entienda y vivencie que el aislamiento-rechazo de los maltratadores e implicación de la ciudadanía es lo mejor para combatir la violencia de género.

También podemos equivocarnos en el trabajo a realizar con la mujer para el empoderamiento y recuperación de su autoestima. Al estar ya protegida, no es necesaria la labor lenta pero mucho más eficaz de cuestionar el sistema patriarcal, las relaciones de desigualdad en esta sociedad, por qué ella las ha aguantado durante ese tiempo. Con lo cual, puede reproducirse la situación en la siguiente relación sentimental.

Por estas razones, creemos que la escolta no se debe pedir como medida generalizada. Sí insistir en que el control se haga hacia ellos, los maltratadores.

Con las mujeres, atención integral personalizada, garantías de vida digna, autodefensa y medidas que permitan avanzar hacia la autonomía personal.

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