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CRíTICA Quincena Musical

El día que Bartók gustó más que Beethoven

 

Mikel CHAMIZO


Fue música de cámara de primer nivel la que pudimos disfrutar la noche del martes de manos del Cuarteto Casals, el cuarteto de cuerdas más prestigioso del Estado y cada año más sólidamente asentado entre las mejores agrupaciones camerísticas del mundo. En Donostia presentaron un programa en torno a tres B-es: Boccherini, Beethoven y Bartók.
 
Tres estilos radicalmente distintos que construyeron con mayor o menor acierto, aunque siempre dentro de un nivel técnico y artístico sobresaliente. Lo mejor del recital fue, sin duda, el maravilloso Boccherini con que lo abrieron. Empleando arcos barrocos, aplicaron múltiples técnicas interpretativas aprehendidas de la corriente historicista de la música antigua, pero pasadas por el filtro de calidad de un cuarteto de cuerdas en cuanto a la afinación, cuidado del sonido, precisión y entendimiento camerístico. El resultado fue absolutamente delicioso, desde la primera a la última nota.

La pieza que mayor entusiasmo generó entre el público presente, en contra de lo que cabría esperar, fue el “Cuarteto nº4” de Bartók, una partitura compleja, densa y disonante. Va a ser verdad que, a fuerza de programarlas nuestras instituciones musicales, enfrentándose a menudo a las protestas de la facción más conservadora, el público está terminando por conocer y apreciar los atractivos de las vanguardias musicales del siglo XX.
 
Que todo el mundo al que consulté prefiriera la obra de Bartók, frente a las de Boccherini y Beethoven, es bastante sintomático de esta deriva en los gustos. También es cierto que el Casals firmó una versión arrolladora de esta obra maestra, repleta de energía y carácter rítmico, aunque quizá faltó, en momentos como el “Non troppo lento”, mayores concesiones al lirismo que esta música desborda también por todas las costuras. El concierto finalizó con el inmenso “Cuarteto nº15” de Beethoven, con el que el Casals volvió a realizar una enorme demostración de cómo se toca música de cámara. No obstante, el estilo, ese elemento que para muchos grandes cuartetos de cuerda es la quintaesencia de su trabajo, no estuvo aquí tan depurado como en Boccherini o Bartók. En cualquier caso, grandísima velada.
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