No había un arbitro amenazando con sacar tarjeta roja, ni un contrincante al que encajarle varios «txitxarros», pero las chicas del Añorga Kirol Elkartea defendieron el cañonazo de la Aste Nagusia donostiarra como si de un importante partido se tratara. El fútbol femenino, a menudo a la sombra del masculino, disfrutó de su momento al entonar «Artillero» frente a miles de donostiarras.

Vestidas con la camiseta a favor de la Capitalidad Cultural europea 2016, hicieron piña, uniendo en el centro del círculo sus manos. «Bat, bi, hiru...Añorga!», gritaron todas al unísono antes de saltar al campo deseándose suerte, aunque esta vez se trataba de la terraza de Alderdi Eder. Desde el público recibieron el cálido aplauso de los donostiarras, así como de amigos y familiares.

No se conformaron con cantar. Mostraron todo su salero al realizar un pequeño baile después de haberlo decidido esa misma mañana. Con las últimas notas de la canción, el artillero mayor encendió la mecha y...«Pum!», el cañón hizo estallar la fiesta. A la mayoría le pilló desprevenida, sin tiempo de poder mantener la boca abierta para evitar el dolor en los oídos, un consejo que Mocoroa no se cansa de dar todos los años.

«¿Y después del cañonazo?». «Parranda y parranda», respondía la jugadora Maren González, mientras una compañera le recordaba de que el próximo miércoles «tenemos un partido amistoso» y, que, por lo tanto, «hay que entrenar». «Bueno, pues parranda y entrenamiento», concluyó.

Su entrenador, Unai Martínez, hizo oídos sordos a los comentarios: ayer era el momento de tener manga ancha porque una oportunidad así no se tiene todos los días. «De hecho, al principio pensamos que se trataba de una broma. Ya cuando lo asumimos comenzaron los nervios y las prisas por descargarse la letra de la canción para aprendérsela y dar el callo» , contó.

En la manifestación convocada por el movimiento Eleak y que previamente recorrió las calles donostiarras, animaron a los participantes a acudir al cañonazo con las banderolas por la repatriación de los presos políticos vascos. Las símbolos que ondearon entre el público recordaron la dispersión que sufren los represaliados vascos en las cárceles españolas y francesas al grito de «Euskal presoak etxera!».

Objeto de objetivos

Mientras la mitad de las cámaras fotográficas buscaban inmortalizar a las jugadoras de fútbol del Añorga, la otra mitad no se despegaron del alcalde, Juan Karlos Izagirre, ni de su equipo, porque para todos ellos se trataba del primer cañonazo como miembros del gobierno municipal.

Después de bailar en el balcón del Ayuntamiento, Izagirre dijo que era el momento de divertirse y de participar activamente en las fiestas. A lo largo de la semana se dejará ver por los escenarios donde haya bertsolaris, una de sus aficiones, y según confesó, tampoco se perderá las actividades de los Piratas. Por lo demás, y deseando que «el tiempo se porte» con los donostiarras, adelantó que estará «en la salsa de Alde Zaharra».

De cara a la próxima edición -porque un año pasa rápidamente-, insistió en darle una vuelta de tuerca al planteamiento de las fiestas, de mirar hacia dentro, de organizarlas para el de casa y «poder sentirlas nuestras».

«Oso ondo neskak!», les aplaudió Izagirre a las jugadoras en la posterior recepción oficial. Ellas le saludaron entre tímidas sonrisas, dando pequeños codazos a aquellas compañeras que por la euforia no se habían percatado. «Eh, el alcalde ha venido a vernos», avisaba alguna. Los concejales de Bildu les entregaron un pequeño obsequio y una placa que les recordará que aquel 13 de agosto fueron una de las protagonistas de la Aste Nagusia.

Los primero piratas

Para entonces la muchedumbre ya había engullido el Boulevard y sus aledaños. Las calles de la Parte Vieja estaban colapsadas, había gente que aguardaba la cola de las heladerías, y había quien -éstos los más novedosos de todos-, esperaban ante un pequeño carrito que servía perritos calientes con una buena dosis de ketchup. El caso es que resultaba imposible dar tres pasos seguidos.

Una de las corrientes humanas llevaba el rumbo hacia la plaza Sarriegi, donde a las 19:30 se hizo un brindis por los presos. Las más de 500 personas que se congregaron participaron en un pequeño acto, levantando después el vaso al aire por los derechos de quienes estos días no podrán participar en la fiesta.

La muchedumbre volvió a cambiar de dirección, esta vez con rumbo hacia el puerto, donde Donostiako Piratak lanzó su chupinazo. Con ron o con lo que hiciera falta, los cientos de piratas que han anclado en Donostia encendieron la mecha de La Flamenka un año más.