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noventa aniversario de su inauguración

Puente del Kursaal

Hoy, con motivo del 90 aniversario de la inauguración, el domingo 14 de agosto de 1921, del Puente de la Zurriola o Kursaal en Donostia, parece oportuno hacer alguna consideración sobre esta importante, significativa y bella obra pública.

Iñaki URIARTE | DONOSTIA

Una ciudad que, además del singular y conocidísimo escenario marítimo de la bahía, ofrece otro paraje de excepcional hermosura y calidad menos reconocido y a menudo olvidado por los propios vascos: las riberas y puentes del Urumea. Su itinerancia peatonal fluvial es un ejemplar ejercicio de urbanidad por la exquisita estructura de sus espacios, la calidad de los frentes arquitectónicos que la enmarcan, el refinamiento ornamental del mobiliario urbano y el arbolado y jardinería que constituyen los paseos paralelos, senderos de sensaciones y visiones diversas.

Como consecuencia de la construcción del muro de encauzamiento del río, aguas abajo, desde el Puente de Santa Catalina y del muro de costa con escollera en 1919, se pudo realizar, a modo de pequeño ensanche, la urbanización de la franja playera de Gros y la construcción del ansiado casino Kursaal en terrenos ganados al mar. La empresa promotora, Sociedad Inmobiliaria del Gran Kursaal Marítimo, acordó con el Ayuntamiento a modo de compensación del aprovechamiento obtenido, la construcción de un puente que vinculara la expansión prevista en este barrio de Gros con el Boulevard y Alde Zaharra mediante la calle Reina Regente.

Para ello se contrató al ingeniero de Caminos Canales y Puertos José Eugenio Ribera (1864-1936), un gran especialista de ámbito internacional en construcciones de hormigón armado, especialmente puentes, quien en 1915 proyectó el Puente de la Zurriola, popularmente conocido como del Kursaal. Inicialmente se trataba de un puente en estilo clásico monumental, de tres arcos iguales de 30 metros de luz y 110 de longitud total, que una vez iniciado, dos años después, por dificultades constructivas de los arcos y los destrozos causados por las mareas y corriente del Urumea hubo que modificar su concepto tipológico y realizar un vertido de escollera en el cauce para protección de las pilas.

Posteriormente se proyectó otro, firmado el 8 de febrero de 1920 por Ribera, en colaboración con el ingeniero industrial Víctor Arana (de quien nada más se ha podido conocer) con un sistema estructural distinto. Con cuatro vanos rectos de 22,50 metros cada uno a modo de dintel constituido cada tramo con siete vigas de hormigón armado, chapedadas de piedra las exteriores, apoyadas y separadas por tres tajamares curvos más avanzados y dos estribos sobresalientes cinco metros en los muros de encauzamiento y quedando la parte inferior de las vigas a tres metros de la pleamar, lo que modificó completamente su alzado siendo menos expuesto al oleaje. Arana diseñó el barandado y tres pares de farolas de notable altura y diámetro, situadas fuera de su alineación sobre los tajamares, con fuste troncocónico de color blanco y culminadas con unas espectaculares y expresivas luminarias esféricas, todo ello en estilo Art Decó de influencia vienesa.

éstas, con su coloratura en tono amarillento, establecen un afortunado contraste cromático nocturno por superposición con las minimalistas fachadas acristaladas del Kursaal, al cual quedan visualmente vinculadas constituyendo una bellísima e imborrable imagen crepuscular a la vez que un símbolo de identidad urbana. Asimismo sería importante que recuperaran el original color verde vigoroso de su base y capitel en lugar del reciente insulso tono verde Heineken impuesto quizá como absurda servidumbre a su patronazgo del Jazzaldia.

Regeneración de la zurriola

El puente se inauguró siendo alcalde Pedro Zaragueta a los acordes de la Marcha de San Sebastián interpretada por la Banda Municipal de Música con toda solemnidad en el ambiente festivo de la época. Ya más recientemente, se intervino en el tablero reforzándolo e inaugurándolo con motivo de otro acontecimiento popular, la carrera ciclista Donostia-Donostia Klasikoa, el 7 de agosto de 1993, adoptando una anchura de 20 metros, 12 de calzada y dos aceras de 4 metros en los laterales, pero con un precario criterio de algo que ya se intuía entonces: la imperiosa necesidad de un generoso ensanche.

Parecía evidente que el futuro funcionamiento del Kursaal Kulturgunea, ya proyectado y abierto el 23 de agosto de 1999 junto con la regeneración de la playa de la Zurriola iba a originar un notable aumento de tránsitos, también rodados, por el puente, pero sobre todo una prolongación de itinerarios peatonales desde la Alameda del Boulevard, con la reforma inaugurada el 24 de abril del mismo año. El puente en sus paupérrimas aceras debe acoger a transeúntes y a paseantes, que son dos velocidades de desplazamiento diversas, corredores de foooting, sillas de minusválidos, pescadores con cañas y a observadores que lo entendemos también como un palco ante el escenario multisensorial del oleaje de la mar, sus sonidos y la atmósfera de salinidad que se crea. Un pasillo y escenario para el ocio.

Actualmente el puente presenta una congestión muy acusada. Dos carriles, uno de ellos exclusivo para autobuses hacia el Boulevard y otro único de sentido contrario con la circulación colapsada, el carril doble para bicicletas y las aceras saturadas. Paradójicamente, todas las aceras que concurren por ambos lados del puente son más anchas: paseo Salamanca y Reina Regente, 6 metros; República Argentina, 4; Ramón M» Lili, 5; Zurriola, 6 y 7, lo que crea una situación desafortunada de desfiladero, poca fluidez y aglomeración que incluso desvirtúa el sentido de agilidad de un puente.

El puente, que como principio es la continuidad de un camino, requiere una concepción de prolongación, uniformidad y comodidad de esta senda peatonal descrita, adaptándolo a las nuevas necesidades, como un intervalo específico, con un proyecto de ampliación por ambos lados, alargando los tajamares y desplazando las barandillas y farolas, que no altere la escala, la propia percepción unitaria ni la relación espacial con su entorno. Un primer criterio sería ensancharlo de los 20 metros actuales hasta los 31 que tiene la distancia entre fachadas de Zurriola Etorbidea con lo que además de mantener el mismo eje, la alineación de las farolas y barandillas sería prolongación de los frentes edificados. Este propósito constituiría un homenaje y puesta en valor, 90 años después, del Puente de la Zurriola.

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