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BERMUTEAN... Ángel Isturiz

«Batimos el récord un día de San Ignacio, ¡4.300 viajeros!»

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Oihane LARRETXEA | DONOSTIA

Contempla a Donostia desde un punto de vista totalmente opuesto al que muestran las típicas postales que los miles de turistas envían a sus familiares y amigos. La isla de Santa Clara se asoma desde el fondo del mar hasta la superficie con estilo pero sin arrogancia, a pesar de ser suyo ese lugar tan privilegiado que es la Bahía de la Concha. Una pequeña minoría donostiarra puede alcanzarla cada vez que le plazca, acercándose hasta ella con sus barquitos privados. Pero tros, la mayoría, no la habrían conocido si no fuera por Aitona Julián, una de las cuatro motoras que une el puerto pesquero de la capital guipuzcoana con la pequeña isla.

A Ángel Isturiz hace años que se le escapó la edad para jubilarse, pero es lo que tiene sentir auténtica pasión –o devoción– por la profesión. Ha seguido con la tradición a la que, en la actualidad, también sus hijos le han dado continuidad: «Mi padre comenzó con la motora en 1939, junto a otros patrones, pero al final, por circunstancias, me quedé solo y cogí el timón». Hoy son cuatro las motoras en activo –la mencionada Aitona Julián, Antxeta, Virgen del Carmen y Gure Aitona Ángel–. Las otras cuatro se las comió el tiempo. Y la empresa ha pasado a ser un negocio familiar.

Durante el verano son miles las personas que viajan en alguna de ellas. De hecho, el récord de viajeros lo consiguieron «un día de San Ignacio de hace unos años, cuando viajaron 4.300 personas, sin contar a los niños», recuerda. Para las personas mayores son viajes de nostalgia, de tiempos pasados. Esas personas que entonces eran niños llevan hoy a sus nietos, para quienes montar en Aitona Julián «es una aventura».

Inmersa la ciudad en fiestas, otro de los mayores atractivos es disfrutar de los fuegos artificiales desde la misma bahía, a bordo de una de las motoras. Así que Isturiz es otro de los muchos donostiarras que durante esta semana trabaja más intensamente que el resto del año. «Mi padre ya ofrecía este servicio, que por cierto gusta muchísimo a la gente. Hay incluso un hombre que viene al menos en cuatro ocasiones y me llama preguntando si hay plazas –cuenta–. Además, en el mar podemos movernos para evitar que con el viento caigan las cenizas sobre nosotros».

Cada noche y durante Aste Nagusia, las motoras dan una pequeña vuelta antes de que a las 22:45 comience el estallido de luces en el cielo. Un plan perfecto para románticos. Y para los que no lo son tanto, también.

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