CRíTICA cine
«Conan el Bárbaro» (*)
Mikel INSAUSTI
De lo peorcito del verano, sin duda. Y lo malo es que se veía venir, a pesar del 3D, a pesar de la campaña mediática y a pesar de los 110 millones de dólares invertidos para nada. El realizador alemán Marcus Nispel es un consumado inútil del que poco se podía esperar, y al que el sector más rastrero de la industria de Hollywood explota como mercenario especializado en “remakes”, de esos que a algún crítico bisoño y poco informado le pillan desprevenido, llegando a hablar de versión estilizada del cine de consumo de los 70 y los 80. Eso es un eufemismo y los demás son tonterías, pero después de ver su “Conan el bárbaro” dudo que se atrevan a repetir tales “boutades”, aunque siempre hay alguien en revistas caídas en descrédito como Fotogramas dispuesto a hacer de abogado del diablo. Digan lo que digan, no se acerca ni de lejos al clásico homónimo de John Milius, pero es que tampoco supera a la tan denostada secuela “Conan el destructor”, realizada por un Richard Fleischer ya viejo y cansado.
¿Tan difícil era buscar un sustituto a Schwarzenegger? Pero si el personaje de Conan es cuestión de puro músculo y no necesita ni a un actor, basta con que aprenda a manejar la pesada espada cimeria. El hawaiano Jason Momoa no da el tipo, y cada vez que el secundario de turno le llama “norteño” resulta sonrojante, dados sus rasgos de modelo exótico para adolescentes con físico de luchador samoano. Tampoco ayudan los inexistentes diálogos, reducidos a monosílabos y a un sinfín de rugidos y gritos a coro más propios de unos “hooligans”, o como mucho de los guerreros escoceses de “Braveheart”. Pero aquí nunca llega la batalla propiamente dicha, porque las escenas de acción se suceden sin ton ni son, y de modo reiterativo, desde el principio hasta el final. No hay el más mínimo asomo de desarrollo narrativo, debido a que el metraje sigue un esquema similar al de los distintos niveles de un video-juego, con la frustrante impresión final de que nunca se llega a superar el primer nivel.
