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CRíTICA Quincena Musical

Donostia (y Tolosa) tienen talento

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Mikel CHAMIZO

El recital compartido del lunes fue una demostración de que no hace falta contar con una gran estrella de la lírica para poder disfrutar muchísimo con este género. La Quincena decidió confiar en tres jóvenes sopranos guipuzcoanas, alguna de ellas todavía estudiante, pero que no se achantaron en absoluto a la hora de presentar un repertorio exigente y virtuosístico que hiciera brillar las mejores cualidades de sus respectivas voces. Y además las tres protagonistas, dentro de un buen nivel general, mostraron cualidades técnicas y expresivas completamente diferentes entre sí, lo que hizo el recital aún más variado y entretenido, si cabe.

Elena Barbé, que cantó dos conocidas arias de Donizetti y Bellini, además del “Ala baita” de Guridi y la pasional “Un tiempo fue...” de Barbieri, demostró un gran control de todo el espectro dinámico, desde unos filados delicadísimos a agudos de amplísimo volumen y llenos de armónicos. También lució una buena musicalidad y expresividad, aunque le lastra algún tipo de problema con la emisión que hace que el sonido se afeé a menudo y que afecta muchísimo a su dicción.

Helena Orcoyen fue la gran sorpresa de la noche. La tolosarra de 25 años posee una cualidad maravillosa, casi me atrevería a decir que rarísima entre los cantantes: una afinación pluscuamperfecta. Cantar una coloratura tan virtuosa como la del “Aria de las campanillas” de Lakmé manteniendo en todo momento la afinación con el piano es una proeza que le augura un gran porvenir en este terreno. Orcoyen es una soprano de timbre puramente ligero, con los pros y los contras que esto supone, pero con una técnica muy sólida que le otorga una facilidad y seguridad que se transmiten claramente al público. Si algo se le pudiera reprochar sería, quizá, una cierta inflexibilidad en la expresión, más centrada en dar todas las notas perfectamente que en trasladárnosla historia y el sentimiento del aria.

La última integrante del triunvirato de sopranos fue Arantza Ezenarro, presentada como soprano lírico-ligera pero con un timbre ostensible más oscuro de lo que cabría esperar de una clasificación como ésta. De las tres fue, seguramente, la que más tablas presentó y la que mejor expresó los textos, especialmente en los lieds de Guridi y Richard Strauss, interpretados con una autoridad y elegancia estilística sorprendentes. Brilló un poco menos en la virtuosa “Tornami a vagheggiar” de Haendel, pero su bonito timbre y sutilidad expresiva nos hizo ver en Ezenarro a la más madura entre estas tres sopranos que hicieron honor al título del recital: «Donostia tiene talento».

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