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Frida Modak Periodista

Libia: trizado el «orden internacional»

La afirmación del portavoz militar de la OTAN de que si Gadafi estaba en «uno de los lugares desde donde se controlan y organizan los ataques es un objetivo legítimo y lo bombardearemos», le sugiere una pregunta a la que fuera ex secretaria de Prensa de Salvador Allende: Qué es lo legítimo. Una pregunta de gran enjundia, porque decidir la legitimidad o la ilegitimidad en función de las conveniencias de cada uno «lleva al caos y a la violencia, como está sucediendo en todos los países invadidos a pretexto de democratizarlos».

Los gobiernos europeos celebran junto al estadounidense el «triunfo» que habrían obtenido en Libia y se frotan las manos ante la perspectiva de recuperar el codiciado petróleo libio, que por sus características permite obtener más ganancias que el de otros países.

Al escribir estas líneas la confrontación no estaba terminada. La aviación de la OTAN rastreaba todo el país buscando al líder libio Muammar Gadafi y a sus partidarios, en el marco del operativo bautizado como «Operación Protector Unificado de la OTAN».

El portavoz militar de esa organización dijo que su operativo «apunta a los cuarteles generales» de modo que si Gadafi estaba en «uno de los lugares desde donde se controlan y organizan los ataques» de su ejército, «es un objetivo legítimo y lo bombardearemos».

Pero la gran pregunta en estos momentos es, precisamente, qué es lo legítimo. Por supuesto no se trata de un asunto menor, porque decidir que algo es legítimo o ilegítimo según las conveniencias de cada quien lleva al caos y a la violencia, como está sucediendo en todos los países invadidos a pretexto de democratizarlos.

Y da la casualidad de que todos los países invadidos hasta ahora por los integrantes de la OTAN son ricos en petróleo o tienen riquezas cuyas características no se han dado a conocer, como sucede con el contenido de las «tierras raras» de Afganistán, descubiertas hace años por los soviéticos.

En consecuencia, estamos viviendo bajo la ley del más fuerte y todo lo que se dice respecto al orden internacional no tiene ningún valor, porque ese orden se define según las conveniencias de los países más poderosos militarmente hablando.

La Organización de las Naciones Unidas le dio el visto bueno a los países de la OTAN para crear una zona de exclusión aérea en los territorios libios ocupados por los rebeldes, que casualmente son aquellos donde se encuentran grandes yacimientos petrolíferos.

Esa zona no se puede crear en abstracto y de hecho implica una intervención militar, como ocurrió. Y de ahí la ocupación creció, al tiempo que se armaba, entrenaba y organizaba a los opositores, lo que ninguno de los miembros de la OTAN permitiría que sucediera en su país.

Mientras tanto, la ONU sólo asentía y sigue asintiendo a través de su Secretario General, quien tiene una preocupación prioritaria: mantenerse en el cargo otro período, lo que se define a fines de este año, por eso a todo sonríe y dice que sí.

Han sido los países desarrollados, en particular Estados Unidos, los que han reducido al Secretario General de la ONU a un funcionario menor, al sentar el precedente de que no se reelige al que actúe de acuerdo a sus atribuciones y criterio, como sucedió con el egipcio Boutros Boutros Ghali y el peruano Rafael Pérez de Cuéllar.

¿Quién sigue?

El periódico mexicano «El Universal» hizo un sondeo entre sus lectores. La pregunta fue: «¿Es válido que una fuerza militar internacional intervenga en la caída de gobiernos como la OTAN en Libia?».

Las opciones eran dos: «Sí, la Alianza cumplió con la resolución de la ONU» y a las 2 de la tarde tenía el 41,9 por ciento de aprobación. La segunda opción decía: «No, la intervención de la Alianza viola la soberanía de Libia» y tenía, a la misma hora, al 58,91 de aprobación.

Lo expresado en este sondeo es interesante porque indica que pese a la avalancha noticiosa a favor de la intervención, no se pierden de vista los aspectos fundamentales del asunto, porque el desenlace de los sucesos libios no indicará el fin de la ofensiva.

Debe tenerse en cuenta que los países europeos incursionaron por África y Medio Oriente durante muy largos años, imponiendo su dominio, explotando sus riquezas y cuando no pudieron seguir haciéndolo en formas directa impusieron protectorados o gobiernos limitados en su autonomía.

Es hasta la segunda mitad del siglo veinte cuando empieza a configurarse un nuevo panorama y a hacerse presente un nuevo planteamiento político, en el que podemos situar al nasserismo como uno de los agentes de cambio más importante.

Fue la revolución de los militares egipcios liderada por Gamal Abdel Nasser, en 1952, la que al derrocar a la monarquía egipcia levanta un proyecto nacionalista que logró la independencia del país con la salida de los ingleses.

Los otros puntos eran terminar con el feudalismo, eliminar el dominio del dinero sobre el poder político, instaurar la justicia social, organizar un ejército fuerte y sin vicios y establecer una democracia real.

Convertido en presidente en un plebiscito que ganó con el 99 por ciento de los votos, Nasser nacionalizó buena parte de la economía, nacionalizó también el Canal de Suez y contribuyó a la formación del Movimiento de Países No Alineados.

Sus planteamientos influyeron en el mundo árabe, llegó a formar con Siria, donde gobernaba el movimiento socialista Baaz, la República Árabe Unida, RAU, y aunque Nasser murió de un ataque al corazón en 1970, se mantuvieron sus propuestas en torno al nacionalismo árabe y a un tipo de socialismo.

Muchas medidas adoptadas por gobiernos de esa región parten de esta experiencia y tienen sus correlatos, como mucho de lo actuado en el plano social por presidentes como el iraquí Sadam Hussein y su partido Baaz, de tendencia socialista, y como Muammar Gadafi, que nacionalizó la empresa privada, los bancos y el petróleo.

El nacionalismo árabe también se expresa en Irán, donde el ayatola Jomeini formuló interesantes análisis acerca de por qué la religión y el gobierno son partes de un sistema y deben actuar en conjunto.

Es mucho lo que ignoramos acerca de este sector del mundo que creó una gran cultura y tuvo un poderío como el del imperio otomano, por ejemplo, y al que las potencias occidentales no han logrado dominar pese a su fuerza militar.

La invasión de Libia le va a proporcionar petróleo a los europeos y a los estadounidenses, con lo que aliviarán su crisis pero no solucionarán sus problemas, porque el modelo que crearon ya fracasó y están contaminando a las demás economías a nivel mundial.

El gran logro de la entrada de los rebeldes libios a Trípoli consistía, según la prensa europea, en que los precios del petróleo iban a bajar y la producción libia iba a recuperar el nivel de hace 18 meses. Los asuntos de fondo no interesan.

A Nicolás Sarkozy le preocupa ser reelegido presidente de Francia y se puso a la cabeza de la guerra contra Libia cuando el hijo de Gadafi le recordó que había sido el gobierno libio el que le financió su campaña electoral.

Al primer ministro británico lo que le importa es recuperar la aprobación que tenía cuando ganó las elecciones y que ha caído estrepitosamente, mientras Barack Obama espera que los acontecimientos libios mejoren sus expectativas electorales, seriamente amenazadas por los republicanos.

Lo ocurrido en Libia debe preocupar a los demás países.

© Alai-AmLatina

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