Fermin Munarriz | Periodista
Hilos de pegamento
La historia es muy jodida. Es pegajosa. No se quita fácil de encima. Tiene esa querencia pesadita de quedarse en los pliegues de la piel. Como los hilos del pegamento. Y no me refiero al negro sobre blanco de los papiros o de los papeles. No. Hablo de lo que a cada uno le ha tocado vivir.
Por eso me sorprende el descaro con que hablan algunos personajes. Los últimos días me han llamado la atención, en particular, Antonio Basagoiti y Odón Elorza, tan aparentemente distantes y, sin embargo, tan cercanos en sus obsesiones. Debe ser cuestión del perder. Llevan muy mal que los abertzales se expresen y ganen, que es, por otra parte, lo que todos sospechan que va a volver a ocurrir de un día para otro. Tal vez por eso.
En los últimos cincuenta años hemos vivido muchas cosas. Malas. De lo que nos han dejado los fascistones y los civilones. Y al que no le queda el recuerdo de la abuela, le queda el del padre, el del sobrino o el de la hija. No habrá vasco que no se lleve a la tumba un recuerdo de España. Como hilo de pegamento.
Por eso cuando Basagoiti acusa al más alto representante institucional abertzale de ser «lo peor de lo peor», instintivamente muchos deducen exactamente lo contrario. Si lo dice él, no cabe duda: será lo mejor de lo mejor. Es el poso que nos deja la historia, la experiencia, la memoria. Los hilos del pegamento.
Algo parecido pasa con Elorza. Desde que ha perdido el favor de los votantes la ha tomado con los que éstos han elegido. Acusa enrabietado al diputado general de todo tipo de perversidades. Hasta morales. ¡Vaya! Convendría ser más prudente. En particular, a quien presidió la ciudad en la que más personas se ha torturado en Europa en las tres últimas décadas. Con gobiernos de su partido. Donostia, capital tortural europea. Un récord.
Por eso resulta elocuente que la diana de tales agudezas sea, precisamente, el tal Garitano, que no ha recurrido al insulto, la descalificación o la agresión verbal de adversarios o enemigos ni en la campaña electoral ni durante el mandato. Y si no, que demuestren lo contrario el papi de Basagoiti o la madre de Ares.
No sé si eso es bueno o malo, pero es mejor. Es elegante. Como corresponde. Además transmite la sensación de alguien que construye. El insulto -escribía Augusto Roa Bastos- es hijo bastardo de la desesperación. Y ésta es tan jodida como la historia.