El anterior presidente de UPN y del Gobierno de Nafarroa, Miguel Sanz, aparece dispuesto a encabezar la lista de la formación al Congreso de Madrid, pero no lo estaría a compartir esa lista con el PP. Un ofrecimiento muy a tener en cuenta tratándose de un ex presidente que posee un carisma incuestionable en el seno de su partido, carisma del que carece la actual presidenta, Yolanda Barcina. Sin embargo, ésta cuenta con un argumento muy convincente para gran parte del electorado de derechas, como es evitar que los abertzales se conviertan en la primera fuerza del herrialde, reforzado el pasado sábado, cuando la asamblea de Aralar decidió sumarse a una alianza abertzale inédita.

Yolanda Barcina preside un partido que constantemente remarca sus señas de identidad, que no tuvo mayor dificultad en romper con el PP, aunque fuera a iniciativa de éste. Pero su presidenta, lo mismo que forma gobierno con su teórico adversario, el PSN, vuelve a propugnar la alianza con sus antiguos coaligados, tras comunicárselo al PP a espaldas de las bases del partido y del propio Sanz. Claro que no se le puede negar coherencia, pues en ambos casos el objetivo, el único objetivo, es cerrar el paso y marginar a las fuerzas soberanistas y progresistas del herrialde, si bien esa coherencia brilla por su ausencia cuando afirma que su partido está al servicio de la defensa de la identidad navarra. Nada más falso, toda vez que UPN margina y persigue las señas de identidad culturales e históricas de Nafarroa y su cometido indisimulado es, simple y llanamente, diluir la personalidad navarra en España.

La presidenta de UPN, ante la ruptura con sus socios del PP, no dudó en alinearse con el partido navarro, máxime cuando aspiraba a acceder a la presidencia del partido y del Gobierno de Nafarroa. No obstante, los rumores sobre su proximidad al partido español no han tenido que esperar mucho para verse confirmados, y es posible que en el seno de su partido encuentre reticencias, más aún teniendo enfrente nada menos que a Miguel Sanz, que comparte objetivo, pero no la opinión sobre la idoneidad de ciertas compañías.