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13º Campeonato del Mundo

Usain Bolt vuela en los relevos para conseguir el único récord de la cita

El jamaicano, que ya se había resarcido en los 200 metros de su fallo en el hectómetro, lideró a su país en la recta final para superar en el duelo de la velocidad a los Estados Unidos, quienes no pudieron completar la prueba tras una caída de Patton en el último testigo.

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Natxo MATXIN

La gran estrella atlética del momento, el jamaicano Usain Bolt, dejó lo mejor de su tarro de las esencias para la última jornada del Mundial, tras su fiasco en el hectómetro y su resurrección en los 20o metros. Formando parte del equipo de su país en la final de los relevos 4x100 -se reservó en las clasificatorias-, el hombre más veloz del mundo voló en el último tramo para parar el reloj en 37.04, logrando un nuevo récord mundial, el único que se ha conseguido en la cita celebrada en Daegu.

Bien secundado por sus compatriotas Nesta Carter, Michael Frater y Yohan Blake -éste último, oro en los 100 metros-, Bolt se redimió de su salida nula en la prueba reina y, pese a la ausencia del lesionado Asafa Powell, puso de manifiesto que el país centroamericano es ahora mismo el rey de la velocidad por encima de la otra potencia de la especialidad y máximo rival, Estados Unidos.

La estrella jamaicana firmó una recta de meta brillante, «donde he disfrutado mucho», según él mismo confesó, dado que no estaba en perfectas condiciones físicas como para afrontar un tramo de curva, al asegurar que padece «un pequeño problema» en el tendón de Aquiles. «Por eso no podía hacer la curva. Decidimos que hiciera la recta, pero Yohan Blake ha hecho una gran curva», declaró.

Los norteamericanos fueron la otra cara de la moneda. Tras marcar el mejor tiempo de las series -Jamaica arriesgó en la suya siendo segundo-, fracasaron estrepitosamente en el momento de la verdad. En la última posta, Darvis Patton tropezó cayendo al suelo, con lo que Walter Dix -plata en 100 y 200 metros- se quedó con la miel en los labios de poder colgarse su tercera medalla. Los estadounidenses no finalizaron la prueba.

De ello se aprovechó la Francia comandada por el campeón continental Christophe Lemaitre, que acabó segunda con una marca de 38.20, mientras que Saint Kitts y Nevis, liderado por Collins, arrebató al cuarteto polaco -los centroeuropeos habían firmado una gran serie- por una centésima un bronce que les supo a oro a los antillanos.

Al menos en parte, los Estados Unidos se pudieron cobrar cumplida venganza en el apartado femenino, donde Carmelita Jeter y la jamaicana Veronica Campbell-Brown volvieron a poner el espectáculo tras intercambiarse oro y plata en las pruebas individuales de 100 y 200 metros.

Con un tiempo de 41.56, las norteamericanas, que corrieron además con Blanca Knight, Allyson Felix y Marshevet Myers, lograron la mejor marca mundial del año, mientras que las centroamericanas consiguieron un 41.70 que es su récord nacional. La prueba no se decidió hasta el último hectómetro, prueba de la rivalidad y parejo nivel entre ambos combinados.

En las previas de esta modalida, la nota curiosa la puso España, que corrió el último relevo con la saltadora cántabra Ruth Beitia, ante la ausencia por lesiones de otras atletas específicas de la distancia. Como no podía ser de otra manera, el experimento salió rana y las españolas entraron últimas ante el bochorno generalizado.

Dominio keniata

Aunque no tan apabullante como en féminas, Kenia volvió a acaparar medallas en el maratón, donde consiguió la de oro y plata con Abel Kirui, recordado por hacer de liebre en el récord vigente de Gebrselassie, y Vincent Kipruto, respectivamente. Sólo el etíope Feyisa Lilesa, bronce, impidió que los keniatas volvieran a copar el podio.

Con 24 grados de temperatura, cielo cubierto y un 60 por ciento de humedad, Kirui clavó los poco más de 42 kilómetros en un tiempo de dos horas y repitió título mundial de la especialidad, igualando así los logros de Abel Antón -1997 y 1999- y el marroquí Jaouad Gharib -2003 y 2005-. El a la postre vencedor rompió la carrera en el kilómetro 27 cuando hizo un parcial de 14:18 en cinco kilómetros -el más rápido registrado en un Mundial- para dejar atrás a todos sus rivales.

En ausencia de Kenenisa Bekele, que hizo las maletas tras retirarse en los 10.000, el británico de origen somalí Mo Farah se tomó el desquite de dicha distancia, donde fue superado en el último suspiro por el etíope Ibrahim Jeilán, ganando en los 5.000 con un tiempo de 13:23.36 en un final en el que a punto estuvo de pasarle lo mismo con Bernard Lagat.

El veterano atleta estadounidense, que a sus 36 años podría decirse que ya carece de la punta de velocidad con la que conquistó el doblete -1.500 y 5.000- en Osaka, se lo puso muy difícil al británico, quien partía con la mejor marca mundial del año. Sin embargo, un ataque sostenido a falta de medio kilómetro, tras permanecer gran parte de la prueba en la retaguardia, permitió a Farah hacerse con el preciado metal.

El otro favorito de la prueba, el etíope Imane Merga, pasó de la gloria a la decepción. Tras entrar tercero en meta, fue descalificado por los jueces al considerar que había pisado fuera de la pista, por lo que el bronce fue a parar a su compatriota Dejen Gebremeskel.

A diferencia de Farah, quien sí se confió, o mejor habría que decir que se le fundieron los plomos en los metros finales, fue a Caster Semenya en la distancia de los 800 metros. La atleta sudafricana quería con este título dejar atrás la polémica que le impidió competir entre agosto de 2009 y julio de 2010 tras verse obligada a someterse a un proceso de verificación de sexo por orden de la IAAF.

Sin embargo, su objetivo se vio truncado por el espectacular final de la rusa Mariya Savinova, campeona de Europa y la más rápida del año quien, viniendo desde atrás, superó a todas sus contrincantes para firmar la mejor marca mundial del año con un tiempo de 1:55.87. La keniata Janet Jepkosgei, que comandó la carrera al toque de la campana en 55.5, se tuvo que conformar con el bronce.

Tras cumplir dos años de sanción por dopaje, Tatyana Lysenko regresó por la puerta grande al hacerse con el título mundial de lanzamiento de martillo, imponiéndose además a la plusmarquista mundial, la alemana Betty Heidler.

La más regular

Con una actuación muy regular, la rusa se alzó con el triunfo merced a su tercer intento, en el que consiguió una distancia de 77.13 metros, infranqueable para el resto de rivales. Pese a su aspecto físico, más propio de una saltadora de altura, Lysenko fue la más fuerte del cuadro y sólo se vio inquietada por la germana Heidler cuando ésta se acercó hasta los 76.06 -lejos de su récord mundial firmado en 79,42- para arrebatarle la segunda plaza a la china Wenxiu Zhang, que había sorprendido a todos con un tiro de 75.03, lo que le hacía ponerse por delante de las favoritas, si bien su privilegiado puesto apenas le duró apenas unos minutos.

Por último, el estadounidense Christian Taylor sorprendió en triple salto al británico Phillips Idowu, subcampeón olímpico en Beijing y máximo favorito ante la ausencia por lesión del francés Teddy Tamgho, tras alcanzar la distancia de 17,96 metros, lo que supuso la mejor marca mundial del año.

El joven triplista norteamericano, de 21 años, voló en su cuarto intento para hacerse con el oro, ante lo que Idowu, que hasta entonces comandaba la prueba con un salto de 17,77, no pudo hacer nada. El también estadounidense Will Claye, se clasificó en tercera posición tras conseguir llegar hasta los 17,50 metros.

El mal fario de la portada de la revista oficial «justifica» las nefastas marcas

No pasará Daegu a la historia del atletismo mundial como una cita en la que los aficionados vibraron con sus ídolos. Lesiones, estados de forma inadecuados y hasta la portada de la revista oficial sirvieron de argumento o excusa, según se mire, para que los favoritos no cumpliesen con las expectativas, e incluso rozasen el ridículo.

La eliminación de Usain Bolt en la prueba que le ha encumbrado al estrellato fue el culmen de esa paradójica y desilusionante coyuntura. Dayron Robles, Yelena Isinbayeva y el Loco Hooker acompañaron al jamaicano en ese curioso desfile de inesperados perdedores hasta que la australiana Sally Pearson rompió con el maleficio en los 100 metros vallas. Su celebración con un ejemplar de la publicación editada por los organizadores del evento atlético mundial fue sintomática de la extendida superstición que puebla entre los deportistas de élite, maniáticos en muchos casos en sus costumbres y rituales a la hora de competir.

Al menos, tan estéril cita se salvó en cierto modo gracias a la última jornada y al récord mundial de Jamaica -el único que se consiguió en Daegu- en los relevos 4x100, donde Bolt recuperó la confianza de sus incondicionales, que ya habían disfrutado de las verdaderas posibilidades del jamaicano en la final de los 200.

Poco más se podría salvar del encuentro atlético por excelencia, donde la exigua participación vasca, encarnada en Mikel Odriozola, nuestro único representante, finalizó con una descalificación en los 50 kilómetros marcha, a la espera de redimirse en Londres. Daegu ya es historia, ahora espera Moscú 2013. Esperemos que sea más y mejor. GARA

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