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Carlos GIL I Analista cultural

Despertares

 

Apaguen las alarmas de sus dispositivos electrónicos. No hay ritmo que se acomode al corazón, ni péndulo que hinche la pleura. Un misterio acopla el segundero invisible para que el espejo nos devuelva siempre la factura sin descuento. El tiempo. La vida se vuelve intangible mientras dormimos. Los sueños son material poética que se libera solamente en emociones transferidas. Intangible, tu cuerpo amado en mi sueño, se escapa al despertar.

Freud viene a desayunar los lunes y nos trae noticias de nuestro dentista o nuestra libido, como si se tratara de un matemático en año sabático. Un pastel de medias palabras para describir un abismo.

Despertar a la vida tras un coma es encontrar el libro que leías con páginas arrancadas. En el campo del arte sucede algo similar. Un día sueñas una escena de una obra de teatro, apuntas en un papel dos palabras, y cuando quieres darle forma aparecen los fantasmas de toda la basura que has acumulado. Solamente los artistas plásticos que pueden mover sus manos en estado catatónico logran trascender ese estado de inacción. Yo me canso soñando coreografías y después soy incapaz de cruzar los brazos sin hacerme un nudo.

Una noche fui Mozart tocando rock duro y desperté con agujetas en el aliento.

Un pueblo dormido puede despertar asustado a la esperanza, la ilusión o el conocimiento. Es una metáfora voluntarista, porque los procesos de formación de los bosques son más fáciles que los de conseguir un sustrato cultural colectivo que mantenga en equilibrio la vigilia activa y el sopor de la costumbre. Cuanto antes empecemos a interpretar los sueños más rápido lograremos un imaginario de luz.

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