Víctor Esquirol | Crítico de cine
Gafapastadas digitales
...cine digital chino de última generación, hagan la prueba, compartan este concepto con cualquiera, y verán cómo su cara se desencaja al instante.
Hoy toca ponerse las gafas de pasta y adoptar la actitud que este acto exige. No es cuestión de estética, se trata más bien de mostrar al mundo entero cuánto nos preocupa el arte más minoritario, y cuánto repudiamos el que atrae a las grandes masas. Hoy los anticristos son gentuza como Michael Bay o Roland Emmerich, que tienen el descaro de recaudar en taquilla cantidades indecentes de dinero cada vez que estrenan una nueva película. Nuestros salvadores vendrían a ser, por ejemplo, Bahman Ghobadi o Apichatpong Weerasethakul, que más allá de su familia, son pocos asiduos a los festivales cinematográficos los que conocen su obra. En este Zinemaldia, incluso hay sitio para bichos raros como nosotros. ¿Dónde? En el Museo San Telmo, donde comparten espacio una excelente exposición dedicada al maestro Federico Fellini, y la Sección Sombras Digitales, dedicada al cine digital chino de última generación (hagan la prueba, compartan este concepto con cualquiera, y verán cómo su cara se desencaja al instante).
El caso es que los culturetas ya tenemos un templo sagrado. Se trata de una sala de proyección con capacidad para apenas una cincuentena de personas. Mejor, así no entran indeseables amantes de blockbusters. Para empezar, el programa de hoy nos da una más que bienvenida sorpresa: «Crazy Stone», de Ning Hao, que, al igual que aquella entrañable rareza surafricana de Jamie Uys, «Los dioses deben estar locos», empieza con el envase de una famosa bebida cayendo del cielo, y que junta por accidente a un puñado de personajes que nada tienen que ver los unos con los otros. Sólo les une un objeto de deseo (o fuente de amarguras): una piedra de jade. Hay quien quiere robarla, hay quien debe protegerla, hay quien quiere comprarla... y todos se pisan y se apuñalan por la espalda para conseguir su propósito. Con algún que otro tic digno de Guy Ritchie y con el anárquico desparpajo de Gen Sekiguchi y su alavada «Survive Style 5+», Ning Hao orquesta un divertido juego de malabares en el que se suceden enredos, malentendidos y situaciones cómicamente comprometidas. Todo ello con un gusto notable por el caos y un ritmo tan frenético como gracioso.
Mucho menos atractiva es la segunda «sombra digital», «Fuck Cinema» -elocuente título-, de Wu Wenguang, principalmente porque su propósito es el de seguir los pasos de lo que serían varios parias en el sí de la industria cinematográfica. Un guionista que no consigue que nadie preste la mínima atención a su obra, un vendedor de películas pirata perseguido por la Policía y un grupo de jóvenes aspirantes a actriz que se presentan a un casting para hacerse con un papel de prostituta. Encomiable es el intento de Wenguang de acercarnos a la otra cara del séptimo arte, alejadísima del glamour de los grandes presupuestos. Además, la impureza del formato digital le sienta de maravilla a este documental que, no obstante, nos recuerda que cuando se apagan las luces y empieza una proyección, podemos llegar a convertirnos en seres muy primarios. Lo que es imperdonable es que una película aburra y «Fuck Cinema», por su desmesurada reiteración (tres horas de metraje que hubieran podido verse reducidas a la mitad), acaba aburriendo. Si no me creen, pregunten a la pobre espectadora que se sentaba a mi lado. Pasada la hora de proyección, casi se desnuca cuando su cuello se ve obligado a soportar el peso de su cabeza, que se derrumba ante tanto sopor. Después de recuperar el sentido, se levanta y elegantemente abandona la sala. Bien por ella, una retirada a tiempo puede marcar la diferencia entre victoria y derrota o, en este caso, entre quedarse despierto o caer rendido a los brazos de Morfeo.