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Antonio Alvarez-Solís Periodista

La frase que condena al juez

Ciento cuarenta folios para alcanzar la nada jurídica y moral. Ciento cuarenta folios que queman su texto en la frase que denuncia la sinrazón del que condena. Ciento cuarenta folios para despeñar la sindéresis por un barranco del que la ponente de la sentencia no podrá salir cuando acudan en recurso los condenados a un tribunal que conozca al menos el castellano.

La sentencia que condena a los imputados en el caso denominado Beteragune contiene una frase de la ponente que, diseccionada,  desautoriza la calificación forense de criminales aplicada a los hechos que se refieren. Esta frase figura en una entrevista periodística a dos miembros de ETA en la que los entrevistados, según la sentencia, «mostraron su aquiescencia con la iniciativa emprendida (por los abertzales que proclamaron su voluntad de paz rechazando absolutamente todas las formas de violencia), evidenciándose con ello -añade la ponente- la coincidencia de posiciones entre ETA y la Izquierda Abertzale, representada por los acusados». Nuevamente, de la formal coincidencia de aspiraciones políticas se induce un delito de común violencia y de ese delito inducido se deduce una dura sentencia.

Esto es, de la «nada» criminal que significa un semejante discurso político de fines, no de armas, se concluye la «nada» jurídica que entraña la acusación y la sentencia consiguiente, que delata la voluntad preconcebida del tribunal en aquiescencia, esta vez sí, con el PSOE y el Partido Popular, que conforman el actual Movimiento Nacional persecutor del pueblo vasco por su ambición natural y democrática de decidir la vida de su nación tal como apetece, defendiendo para ello los programas correspondientes.

Con que «aquiescencia» ¿eh?. Señores del tribunal: acudamos al diccionario de la verdadera autoridad en el idioma castellano que es la Real Academia de esa lengua. Aquiescencia implica, según la RAE, «asenso o consentimiento». Es un término de mandato. Y ETA no empleó la palabra «aquiescencia», o sea, negó con ello ser dirigente de Arnaldo Otegi o Diez Usubiaga. Está claro que el aquiescente «consiente, permite o autoriza» ¿Y se manifestaron en este sentido los miembros de ETA que fueron entrevistados? Se puede decir que los encapuchados que hablaron para GARA comprendieron y aún aplaudieron lo que la Izquierda Abertzale -y en esto mantengo las mayúsculas de la sentencia- está haciendo a favor de la concentración de fuerzas soberanistas para lograr el cese de la violencia, de todas las violencias, y con ello el fin de la prolongada guerra del norte. Pero aunque ETA hubiera asentido con espíritu jerárquico a la acción política de la Izquierda Abertzale en el Diccionario figura también que asentir equivale a «admitir» como cierto o conveniente lo que otro ha afirmado o propuesto antes ¡Antes! Es decir, un «antes» que libera de dependencia.

¡Por los clavos de Cristo! ¿No hay alguien en los tribunales que sepa la lengua para redactar una sentencia al menos formalmente admisible? Quizá estemos ante algo peor que una sonrojante torpeza lingüística. Con Freud en la mano era de todo punto necesario, al parecer, validar el vocablo «aquiescencia». Había que mantener, forzando la lengua hasta desvirtuarla, el término que permitiera establecer la sobada relación de dependencia, que trata de encerrar entre rejas, aunque inútilmente, un pensamiento político desarmado. Me pregunto al respecto: ¿está desarmado el pensamiento político español, si es que existe realmente un pensamiento político español que no consista en el fuero precautorio del inquisidor?

Y puestos disparatar, el presidente del Consejo General del Poder Judicial y a la vez del Tribunal Supremo, Sr. Dívar, calificó de «contradicción jurídica, metafísica» que haya terroristas que no estén en prisión. El Sr. Dívar no aclaró a qué clase de terroristas se refería, aunque es de suponer a quienes dirigía sus palabras, pero ¿a qué viene lo de la «contradicción metafísica»?

Según los estudiosos de la filosofía, y en este trance cito a Ferrater Mora, «metafísica es un saber que trasciende al saber físico o `natural'». Y bien ¿qué tiene que ver la metafísica con que los acusados de terrorismo estén en la cárcel, aunque sin «rencor», como también especificó sibilinamente el Sr. Dívar, que de pasó dejó traslucir no sé qué clase de confusión mental o tormento del ánima, como dirían los clásicos de la mística. Ah, esto de hablar en París trastorna a la mayoría de lo españoles. Ya decía el Genocida que lo mejor para conservar el espíritu patriótico era abandonar los viajes a los horizontes ajenos y cambiarlos por la lectura de los periódicos del Régimen.

Pero, ante todo ¿por qué ha de conservarse un tribunal como la Audiencia Nacional, que heredó el esquema de funcionamiento propio del Tribunal de Orden Público, con el que el Perverso cubrió con la toga buena parte de sus crímenes? ¿Por qué reproducir una institución forense que conlleva, de cualquier forma, el menosprecio a los jueces naturales, obligados aunque no sea más que por la estética civil a funcionar de acuerdo con el latido del país en que juzgan? Porque la estética civil forma ciertamente parte de la moral -¡Dios, cómo se echan en falta los sobredorados del régimen burgués cuando era liberal!- La estética civil constituye el rebozo protector de la libertad de pensamiento, la seguridad formal frente a la tentación prevaricadora, el barniz que hace creíble la solemnidad forense. La estética civil siempre ha formado parte de la convivencia social. No se puede vivir en una sociedad donde el comportamiento institucional resulte grosero y violento, aunque esa violencia sea, como quiere el Sr. Divar, ejercida sin «rencor».

Me gustaría poderle preguntar qué le sacudió el alma para hacer esa rara especificación de imponer la pena sin rencor. Yo sospeché siempre que en las penas dictadas había muchas veces un rincón para ese rencor que el juez puede sentir por creer lesionadas sus ideas políticas o morales u otros bienes materiales o sentimentales. Hace tiempo volví a proyectar en mi casa una película donde un grupo de magistrados americanos se reunían en el secreto de la noche para convertir sus sentencias absolutorias, a petición del jurado, en ejecuciones sumarias, que encargaban a un determinado individuo, por creer en la criminalidad real de los absueltos. Es decir, había en ellos el rencor de estimar que la administración de justicia les pertenecía más allá de lo que el pueblo decidía. Pero todo esto que acabo de escribir pertenece al cine. Sin embargo, créame, señor presidente, que le hubiera formulado alguna pregunta al respecto de haber coincidido con usted en la seducción de París.

Bien, ya tenemos a los ahora condenados por la Audiencia Nacional otra vez camino de su celda ¿Pero vale mínimamente la pena retorcer tan absurdamente las argumentaciones condenatorias que conducen a crear posturas tan acremente polémicas en la masa ciudadana? ¿Qué tiene que ver la concreta acción terrorista, ya que es lo que ustedes tratan de eliminar, con esa extensión de lo criminal a quienes coinciden en ciertas ideas que sostienen también las organizaciones armadas? Yo mismo, en mis dilatados estudios sobre el acabamiento de los policiales y antipopulares Estados modernos, a fin de abrir la puerta a la regeneración que supondría otra organización política más cercana y entrañada en los pueblos, soy nacionalista bretón, irlandés, catalán, vasco, corso, escocés... Seguidor de Bildu o de Esquerra catalana. Y en todos esos sitios existen o han existido organizaciones armadas. ¿Me convierte eso en terrorista o apologeta del terrorismo? El Derecho Penal no puede ser analógico y extensivo.

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