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El independentismo vasco en los tribunales españoles

Rafa Díez, el castigo a la autoinculpación política

La prueba del algodón de que lo que se castiga es la iniciativa política de la izquierda abertzale la constituye Rafa Díez Usabiaga. Al inicio no había acusación contra él (fue detenido sin orden previa), pero acaba condenado a diez años y encarcelado tras reconocer abiertamente en el juicio que fue uno de los principales promotores de esta apuesta. Condenado y preso por autoinculparse de hacer política en la Europa del siglo XXI.

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Ramón SOLA

Básicamente hay dos maneras de afrontar un juicio. Y está claro cuál fue la elegida por los militantes de la izquierda abertzale juzgados en la Audiencia Nacional española entre el 27 de junio y el 7 de julio. No acudieron a esconderse ni a tratar de minimizar los daños. Y eso ha tenido ya duras consecuencias personales. Sin ir más lejos, Rafa Díez Usabiaga quizás no hubiera sufrido una condena de diez años si hubiese alegado que aquella tarde del 13 de octubre de 2009 estaba en la sede de LAB de Donostia, su lugar de trabajo, para tomar un café con los compañeros de sindicato, hacer algún recado o simplemente cumplimentar las tareas inherentes a alguien que ha llevado las riendas de esta central desde 1992 a 2008. Díez prefirió decir la verdad y, con ello, reivindicar el proceso de la izquierda abertzale. Y lo pagará con prisión.

A medida en que Díez ha asumido su implicación en el cambio de estrategia de la izquierda abertzale, la ofensiva contra él ha ido creciendo también. Y así, ha pasado desde ser detenido en octubre de 2009 sin siquiera orden de arresto a acabar ahora como uno de los dos principales condenados. El salto represivo definitivo contra él llegó en el juicio: admitir su implicación en la iniciativa política hizo que la Fiscalía le convirtiera en «dirigente de ETA» junto a Otegi.

Su nombre o aparecía en los informes policiales previos a la redada realizada en la sede de LAB. Según quedó probado en el juicio, fue tras la irrupción de la Policía española cuando el instructor, Baltasar Garzón, se interesó por él. Permaneció en una sala aparte esperando, al parecer mientras el mando operativo de la redada y el juez especial debatían qué hacer. Finalmente lo detuvieron y encarcelaron, pero más tarde fue liberado y llegó a la vista oral por su propio pie. Y allí explicó sin tapujo alguno su papel activo en la nueva estrategia.

Detalló primero que contactó con Arnaldo Otegi a su salida de prisión y constató que tenían «las mismas preocupaciones». A partir de ahí: «Coincidimos en que había que desarrollar un debate para adoptar una determinada estrategia y llevar a este país a un escenario de paz y democracia». Aquello tomó cuerpo: «Fue el gran debate, un debate histórico. ¿Por qué? Porque nunca se había debatido con tal claridad y rotundidad la apuesta por vías exclusivamente políticas y democráticas, y por tanto el rechazo a la violencia. Era romper amarras con la estrategia anterior». Díez confirmó, por tanto, que aquella tarde del 13 de octubre no estaba de paso en la sede, sino perfilando esa iniciativa. Detalló incluso que en el momento en que entró la Policía debatían sobre cómo incluir los conocidos «principios Mitchell» en lo que luego sería la Declaración de Altsasu.

Iruin, Olarra y Elorrieta

Nada que esconder, sino al contrario. Su abogado, Iñigo Iruin, remarcó todo ello en su informe final. Explicó que, además de letrado, es amigo de Rafa Díez Usabiaga y que por eso sabe de primera mano qué es lo que pasó esos meses. Y lo que pasó fue que «Rafa estuvo a punto de irse a casa, pero afortunadamente no lo hizo. Tenían que dar la batalla, la dieron y la ganaron. Convencieron a ETA, y eso la sociedad vasca, que es el sujeto más cercano, ya lo ha entendido». Otro veterano independentista igualmente amigo de Díez, Joxe Mari Olarra, testificó en el juicio, tras ser llevado desde prisión, para remarcar que efectivamente «tras el último proceso frustrado, Rafa decía que la estrategia de la izquierda abertzale ya no tenía recorrido». Y desde otra trinchera sindical, la de ELA, su ex secretario general José Elorrieta dejó claro que «si esto [el cambio de estrategia] se ha hecho es por el liderazgo de gente como Rafa, con gran nivel de credibilidad; habrá sido un trabajo difícil».

Sin embargo, el fiscal respondió a esta admisión de los hechos duplicando su apuesta represiva. Pese a que Rafa Díez había llegado al juicio en libertad, terminó la vista a la cabeza del ranking de nuevas peticiones junto a Arnaldo Otegi: diez años de cárcel. Para justificarlo, Vicente González Mota llegó a argumentar que, en las cartas a amigos presos incluidas en el sumario, Rafa Díez «no pide la disolución de ETA».

La carrera no acaba aquí, en esta sentencia. A su vuelta a Euskal Herria tras la primera semana de vista oral, Rafa Díez clausuró la iniciativa de Eleak en la plaza Zuloaga de Donostia con un discurso en el que remarcó que «la sociedad vasca nos ha absuelto, porque ha respondido a este juicio y porque respalda la nueva apuesta política». Mientras, en el exterior referentes internacionales como el secretario general adjunto de la Federación Sindical Mundial, Valentín Pacho, anticipaban ya su estupor por el mero inicio de este proceso: «Me llamó mucho la atención que se imputaran a estas personas delitos de violencia y terrorismo. Nunca hemos visto nada parecido en su actuación. No creía que en Europa pasaran estas cosas».

 

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