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Invitación a la danza

«Pina»

Koldo LANDALUZE

El tantas veces denostado formato tridimensional parece que ha recabado el aplauso unánime cuando su utilización está más que justificada y, curiosamente, muchas de las alabanzas que se han vertido sobre esta técnica están relacionadas con el género documental. El viejo cazador de situaciones y personajes extremos Werner Herzog experimentó con el 3-D en su aplaudido documental “La cueva de los sueños olvidados”. En él, el autor de “Aguirre, la cólera de Dios” nos invita a participar en una inusual odisea subterránea que consiste en descender hasta las entrañas de la tierra para disfrutar con la pinacoteca rupestre que engalanan las rocas de la cueva de Chauvet.
 
La experiencia en el documental de Herzog no es novedosa y tampoco la de Wim Wenders el cual demostró su exquisita melomanía a la hora de rodar, en complicidad con Ry Cooder, esa maravilla sonora, visual y vital llamada “Buenavista Social Club”.
Con esta su última experiencia, el autor de “El cielo sobre Berlín” ha querido ir más allá en sus intenciones y, seducido por el encanto de la ya fallecida coreógrafa y bailarina alemana Pina Bausch, ha orquestado un excelente trabajo en el que los movimientos de la bailarina y sus aprendices adquieren una dimensión casi onírica –gracias a las diversas y sugerentes localizaciones en las que dan rienda suelta a su pasión por la danza– y la sabia utilización del 3-D. La libertad de movimientos con la que Bausch engalana sus bailes es atrapada por una cámara que no juega a ser virtuosa y asume su rol de testigo silente y cazador de emociones.
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