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59 DONOSTIA ZINEMALDIA

Negro esperanza

Negra como el carbón es la noche, en la que de momento no se ha visto brillar ninguna estrella; no obstante, es el periodo de la jornada más esperanzadora, por ser el que mejores resultados ha dado estos últimos días

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BLOG(EROA) | 19 de setiembre de 2011

Víctor Esquirol | Crítico de cine

Para que una planta crezca como es debido, necesita principalmente agua y luz solar. De momento aquí vamos sobrados del primer ingrediente... del segundo sigue sin haber noticia. Su lugar lo ocupa a todas horas una vasta legión de nubarrones que amenazan con regarnos un poco más. Su color es obviamente, el negro. Empiezo a asociar dicho cromatismo a Donostia. Nada que ver con el estado de ánimo que respiran sus calles y su festival de cine. Lo que pasa es que este adicto al clima mediterráneo empieza a echar en falta los cálidos rayos del astro rey, al que no he visto desde que empezara el certamen. Mea culpa, el gafe meteorológico me persigue.

Negra como el carbón es también la noche, en la que de momento no se ha visto brillar ninguna estrella; no obstante, es el periodo de la jornada más esperanzadora, por ser el que mejores resultados ha dado estos últimos días. No merecen demasiado espacio las sesiones de la tarde (en las que se proyectaron «Náufrago», de Pedro Aguilera y la divertida «Abel», de Diego Luna), no por su falta de calidad, que no es el caso, sino porque tanto una como otra llegan -o vuelven- un año después de que los interesados en descubrirlas tuvieran la ocasión de hacerlo. A otra cosa mariposa.

Como para no hacerlo, sobre todo cuando está programada en la sección Perlas de Zabaltegi (arma de doble filo para el festival, que, no obstante, transforma el handicap del calendario en un auténtico reclamo de masas) una de las películas que más buenas sensaciones despertaron en la última Mostra de Venecia. «Shame», último trabajo del irlandés Steve McQueen, es exactamente como nos la han vendido. Una obra brutal, que al igual que la injustamente masacrada «American Psycho», va mucho más allá de lo que nos muestra. ¿Trata sobre la adicción sexual? No. Trata sobre el hombre moderno, sobre su soledad, y de cómo todas sus posesiones y supuestos logros son incapaces de rellenar el vacío de su alma. Ni su lujoso apartamento, ni su colección de vinilos pueden ocultar... que es un fraude. Qué dolor (no hay nada más hiriente que la verdad), qué amargura... y qué equipo de ensueño forman McQueen y este actorazo llamado Michael Fassbender. Súmenle al cóctel una Carey Mulligan con una interpretación para la historia, y tendrán lo que es esta «vergüenza»: una película redonda, que desnuda tanto a sus actores como a todo el que la ve.

Me vuelvo a vestir, porque la noche, aparte de ser negra, es fría, y me meto a otra sesión golfa para ver una película que nos devuelve a las rarezas que tanto nos gustan. Siguiente parada, las antípodas; siguiente compañero de viaje, John Bunting (AKA el más temible asesino de Australia). Peligro. «Snowtown», ópera prima de Justin Kurzel, contiene las principales características del nuevo cine aussie, que cada año exige con más fuerza un lugar destacado en la escena internacional. Apunten la receta. Factura técnica impecable, excelente aprovechamiento del factor ambiental y un ritmo pausado, preludio de subidas de tensión horribles que ponen siempre los pelos de punta. En «Snowtown» se hallan todos estos elementos y, por encima de todos ellos, una historia terriblemente verídica, llevada con mucha sabiduría. Con toneladas de material morboso en su haber (once asesinatos registrados dan buena cuenta de ello), Kurzel opta por el temple y la contención, y la jugada le sale bien. Aunque la calma y la inconcreción con las que se trata la historia puedan hacerse un poco cansinas, la verdad es que, en el reposo de la memoria, este film que nos habla del mal en estado puro, se muestra como un terrorífico puñetazo en la oscuridad, que como tal, es negra. Deliciosamente negra.

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