En medio de combates en las calles de Sanaa entre la Guardia Republicana -dirigida por uno de los hijos de Saleh- contra tribus hostiles y unidades militares que desertaron, y cientos de miles de acampados en las plazas del país que protestan -en ocasiones, bajo fuego de mortero y francotiradores- contra un poder despótico de 33 años, el dictador yemení retornó por sorpresa. Tras sobrevivir a un atentado que a punto estuvo de costarle la vida y tras recuperarse de sus heridas durante tres meses bajo protección de su mentor saudí, Saleh reapareció y encrespó más los ánimos entre sus opositores. La situación podría degenerar en una guerra civil abierta en cualquier momento. ¿Por qué esta aparición inflamable, en mitad del baño de sangre?

La respuesta está en las intenciones de EEUU y Arabia Saudí. Todo parece indicar que aparece en medio de la crisis para luego desaparecer lo antes posible como el salvador que evitó la implosión de Yemen, cuando el traspaso de poder esté atado y bien atado y no haya vacío de poder que puedan aprovechar otros elementos del avispero yemení. Pero ese paso equivale a querer apagar el fuego con gasolina. Más divisiones y una escalada crítica de la guerra están servidas en el menú.