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El dictador yemení vuelve en pleno recrudecimiento de la represión

Millones de opositores desafiaron al régimen y protestaron por el retorno sorpresa del dictador yemení, Ali Abdallah Saleh, precedido por cinco días de salvaje represión contra las protestas en una situación al borde de la guerra civil. Saleh regresó con el aval de Arabia Saudí, que le ha ofrecido refugio durante tres meses. «Le hemos dejado regresar para poner orden y preparar las elecciones», señaló Ryad. EEUU le da de plazo para organizarlas antes de final de año.

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El contestado presidente yemení, Ali abdallah Saleh, volvió ayer por sorpresa al país tras una ausencia de tres meses y en el quinto día de recrudecimiento de la represión, que ha dejado un saldo provisional de más de un centenar de muertos.

Confrontado a una revuelta popular desde enero, Saleh fue trasladado a principios de junio a Arabia Saudí, oficialmente para ser tratado de las heridas sufridas en un ataque contra la mezquita de su palacio.

El anuncio por televisión de su regreso fue saludado con tiros al aire en los barrios del sur de la capital, controlados por las fuerzas armadas del régimen.

Por contra, cuatro millones de personas salieron en las ciudades de todo el país, un millón sólo en la capital, Sanaa, para protestar por su regreso.

Las fuerzas armadas del régimen dispararon contra la multitud en la Plaza del Cambio, hiriendo de gravedad a seis manifestantes. «Éste es el regalo de bienvenida de Saleh a su pueblo», ironizó Mohamed al Qubati mientras atendía a los heridos. Un opositor murió tiroteado en Taez, segunda ciudad del país situada al sudoeste de la capital yemení.

Coincidiendo con la llegada de Saleh, su Guardia Republicana lanzaba obuses contra el barrio de al-Hassaba (norte), escenario de una batalla entre dos líderes tribales. Seis opositores murieron en la noche anterior en la represión de las protestas, con lo que la cifra de muertos desde el domingo es de 102.

En este escenario, Saleh pidió una tregua y un alto el fuego «completo» entre «todas las partes políticas y militares» a fin de crear un «espacio para el acuerdo y el consenso entre todas las partes», informó la agencia estatal Saba.

«La solución no está en la boca de los fusiles ni de las pistolas, está en el diálogo, en el entendimiento y en el fin de la matanza», agregó. Mientras medios oficiales desmentían rumores sobre un eventual discurso en el que anunciaría su dimisión, Saleh se presentaba cínicamente como el salvador ante la situación de preguerra civil a la que el régimen, del cual es parte, ha abocado en las últimas horas al país.

El hombre que «danza sobre serpientes» desde hace 30 años

Ni los ocho meses de protestas -medio millar de muertos- ni el ataque que le hirió gravemente le han arredrado.

La vuelta de este hábil político de 69 años ha estasdo precedida de una ofensiva represiva liderada por su hijo Ahmed y sus familiares, que controlan la Guardia Republicana y el resto de los organos represivos del país.

Saleh, que ha comparado gobernar Yemen con «bailar sobre serpientes», dirige este empobrecido país y única república de la Península Arábiga desde 1979. 30 años en los que acomodó su poder a las estructurtas tradicionales, sobre todo a las decisivas tribus, a las que enfrentó unas a otras para debilitarlas.

Su estrella declinó con motivo del estallido de las protestas en enero y con la deserción del segundo hombre más fuerte de Yemen, el general Ali Mohsen al-Ahmar, que se alineó con la revuelta.

Nacido en 1942, Saleh entró en la arena política en 1962, con motivo del golpe de Estado que acabó con el último imán. Luchó como oficial en la guerra civil entre el Ejército, apoyado por el Egipto de Nasser, y las tribus fieles al depuesto monarca, apoyadas por Arabia Saudí.

En 1978 sustituó como presidente noryemení a Ahmad al-Ghachmi, muerto en un atentado del que se acusó a la república marxista de Yemen del Sur. Nombrado presidente del Yemen unificado en 1990, ahogó en sangre una rebelión sudista cuatro años después. Lo mismo hizo con la revuelta de la minoría zaidí (chií), minoría de la que forma parte.

Saleh se ha escudado en el peligro de Al Qaeda, en cuya presencia en el país tuvo mucho que ver. GARA

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