Cada día se aprende algo, aunque no todo lo aprendido merece la pena. Hoy (abro aquí el capítulo de las confesiones profesionales) me he puesto por primera vez unas lentes 3-D en el cine. Llevaba tiempo resistiéndome pero, por necesidades del guión, he acabado viendo la nueva versión de «Los tres mosqueteros» de Paul WS Anderson, con unas de esas gafas que prometen amplificar nuestras experiencias visuales. ¿Qué puedo contaros? Que soy una clásica y que de momento prefiero el cine «desnudo», sin aderezos. Por cierto, uno de los protagonistas de la versión para el cine de la novela de Alejandro Dumas, que es parte del reparto del filme, Matthew Mcfadyen, es tan encantador que no necesita aliños. Es un tipo sencillo, tranquilo, ha sido muy agradable charlar con él, fácil. Con él he cerrado el festival, que precisamente hoy desvelará los nombres de los premiados, sin los ya tradicionales pataleos de la crítica y en una gala en la que algunos buscarán sus mejores sonrisas. Hoy se acaba un festival dirigido por primera vez por José Luis Rebordinos, y el sabor que nos deja es bueno, parece que caminamos hacia un nuevo tipo de Zinemaldia, en el que las pretensiones se aprecian elevadas. Su público también ha estado a la altura, como cada año en Donostia, se habrán batido records de taquilla. Porque, si algo tiene Donostia, son cinéfilos fieles a esta cita, a pesar de las colas, a pesar de casi todo.

Esta historia ha terminado; el año que viene más.