Jesus Valencia | Educador Social
Eskerrik asko
Mil gracias al paisanaje que soporta penalidades en el exilio o rigores en las mazmorras de la dispersión; os ha tocado sufrir en carne propia un castigo que se pretende colectivo. Estos días, y dada lo coyuntura que vivimos, mi gratitud se focaliza en los cinco de Bateragune
En estos días convulsos de zapatilla y cabreo he sentido una necesidad acuciante de expresar mi gratitud. Nuevo episodio de tribunales y condenas protagonizado por un largo elenco de personas que merecen nuestro reconocimiento.
Comenzaré por el tribunal que presidió la magistrada Murillo. Ésta -como niña impertinente tras regañina- contuvo en esta ocasión sus rabietas y guardó las formas. La sentencia recién dictada ha sido un gran servicio a la ciudadanía, al menos a la vasca. Han vuelto a desvelar la patética función de la justicia en el Estado español; la han despojado de sus perifollos dejando al descubierto unas intimidades inmundas y pestilentes (¿todavía hay alguien que siga creyendo en la ecuanimidad de la justicia española?) El quehacer de los tres magistrados ha sido ilustrativo, aunque caro. Han derrochado demasiado tiempo y dinero en suscribir los folios que alguien les susurró.
Gracias al Estado español en su conjunto. Como en anteriores guerras contra las colonias -siempre perdidas-, también ahora la metrópoli se nos muestra sañuda. Desde aquel primer grito americano de independencia, nada ha cambiado. En este asunto, la mayoritaria sociedad carpetovetónica hace causa común con sus gobernantes; una y otros rivalizan en fanatismo y crueldad. País triste que espera calmar sus incontables males con la venganza; sólo es capaz de aglutinarse en el griterío histérico que pide la cabeza de los nuevos independentistas. Bueno es constatarlo. Los siempre cerriles españoles de aquí y los abnegados próceres de allá nos marcan el camino. El mismo reconocimiento debemos al PNV y a su nuevo apéndice Zabaltzen. Garantes -en palabras de Rubalcaba- de los intereses españoles en Euskal Herria. Denunciadores de tropelías hispanas que no mueven un dedo para validar la sinceridad de su denuncia. Mantenedores obstinados de una apuesta que cuenta cada vez con menos postores. Ellos solitos, con empeños dignos de mejor causa, van dinamitando los últimos reductos del autonomismo.
Merecen sincero reconocimiento los sectores vascos confluyentes; gentes de muchas siglas y distintas sensibilidades empeñadas en aproximar posturas. Se esfuerzan por arrinconar diferencias y encontrar puntos de encuentro. Paisanaje que apuesta por acumular fuerzas frente a un monstruo que pretende engullirnos a todos; torrenteras cada vez más frecuentes y crecidas que van engrosando el caudal de la decencia nacional; embrión de un pueblo plural y esperanzado, el más sólido potencial para una confrontación democrática con nuestros enemigos comunes.
Finalmente -y con emoción entrañable-, mil gracias al paisanaje que soporta penalidades en el exilio o rigores en las mazmorras de la dispersión; os ha tocado sufrir en carne propia un castigo que se pretende colectivo. Estos días, y dada lo coyuntura que vivimos, mi gratitud se focaliza en los cinco de Bateragune. ¡La habéis armado gorda! Vuestra dignidad ha removido las fibras de nuestra sensibilidad humana y política; vuestro encarcelamiento nos ha sacado a las calles; vuestra coherencia ha sido un espaldarazo a esta voluntad colectiva de construir país.