Todos aquellos que se quejan de los experimentos escénicos en que ocasionalmente incurre la ABAO han tenido triple ración de escena clásica con este “Simon Boccanegra” que ha inaugurado la temporada. ¡Y qué aburrimiento, por cierto! Bonita escenografía, bonito vestuario, pero una dirección de actores inexistente y un concepto que no ayudaba nada a clarificar los caminos por los discurre esta ópera de compleja trama.

Hoy en día, que la ópera se ha vuelto un género tan teatral, cuesta volver a tragarse una escena tan anodina como ésta. Es verdad que Hugo de Ana fue totalmente respetuoso con la parte musical, pero ésta no deparó grandes satisfacciones.

La mejor del reparto fue Ainhoa Arteta, a pesar de que arrancó muy insegura y de que Amelia no es un papel que le siente como un guante. Pero se fue creciendo y fue la responsable de que la ópera, tras un prólogo totalmente disfuncional, levantase cabeza y llegase a su fin dignamente. Bien también su partenaire Stefano Secco, un tenor lírico de voz preciosa pero con un registro agudo extrañamente descontrolado. Dibujó un Gabriele muy satisfactorio, en cualquier caso. La decepción de la noche fue el Boccanegra del debutante en la ABAO George Gagnidze, que dibujó un dux `sin chicha ni limoná', aburrido y sin cualidades verdianas, a pesar de que en su voz se adivinaban por momentos. Bien Orlin Anastassov como Fiesco, aunque nos quedamos con la sensación de que podía haber estado sobresaliente si se hubiese entregado un poco más.

La Orquesta Sinfónica de Euskadi tuvo una buena noche, sonó potentemente verdiana, pero Donato Renzetti, a quien la ABAO ha adoptado ya como director predilecto, debería pensárselo un par de veces antes de atreverse a dirigir como lo hizo el sábado, si no quiere perder el favor de los bilbainos.