Carlos GIL Analista cultural
Limitaciones
En los resultados de las analíticas de nuestro caudal sanguíneo nos colocan asteriscos para visualizar que hemos sobrepaso los límites del colesterol. Todas las vías de circulación urbanas e interurbanas están señaladas con múltiples placas que nos limitan la velocidad. En los billetes de avión sufrimos limitaciones en el número de maletas y su peso. Los bares y tabernas tienen limitaciones de aforo. Estamos limitados por las limitaciones administrativas, físicas, síquicas, económicas o sociales. ¿Hay limitaciones culturales?
La respuesta inmediata es un rotundo no. Pero la realidad es que existen demasiados condicionantes para que la cultura esté a la libre disposición de toda la ciudadanía. La formación, la condición social que va estigmatizando de manera sibilina, la propia disposición económica, los hábitos, la presión ejercida por la televisión, la desidia o la ignorancia van marcando unas limitaciones que se pueden romper con relativa facilidad pero que deberían formar parte de algún plan de regeneración social y política de los criterios de acercamiento cultural.
Quizás se necesitarían limitaciones a los adjetivos usados por los críticos. Acaban de concederse los premios del Zinemaldia y un crítico titula con mucha ligereza: «Lamentable Concha de Oro». ¿Puede ser lamentable un premio? La película premiada puede gustarle más o menos, pero el galardón lo ha concedido un jurado formado por profesionales muy solventes. Podemos admitir que los premios son una extraña convención, una concesión al mercado y que siempre son injustos. Todos los premios, no sólo los que no coinciden con nuestros intereses.