Que difícil es andar por el monte sin quedarte asombrado cada vez que contemplas esa especie de manta de algodón que cubre los fondos de los valles, dibuja cada una de sus formas, y obliga a los picos a permanecer como si fueran islas flotantes.
Esas mantas blancas son formaciones nubosas, de estratos o estratocúmulos, con una serie de ondulaciones de distintas amplitudes en su parte superior, que recuerdan a las olas del océano. De ahí su nombre, Mares de nubes, heredado de las grandes masas acuosas.

Los mares de nubes se pueden formar en cualquier época del año. En las estaciones cálidas, por la entrada a los valles de aire húmedo y fresco de origen marítimo. Y en las estaciones frías, por enfriamiento del aire en contacto con un suelo que ha ido perdiendo calor a lo largo de la noche.

En el origen de su formación están las inversiones térmicas. Es decir, un comportamiento térmico de la baja atmósfera distinto del habitual. Lo normal es que haga más calor junto al suelo y más frío arriba. En una inversión térmica el frío se concentra junto al suelo y la temperatura aumenta con la altura.

La capa de aire de comportamiento «anómalo» puede tener su base en el mismo suelo o puede estar unos metros por encima del mismo. Su límite superior suele estar entre los 1.000 y 2.000 metros. Ese es el espacio que ocupa el mar de nubes. Por encima del mismo el aire mantiene sus pautas térmicas habituales (a más altura, más frío).
La evolución de esta capa nubosa dependerá de la solidez de la inversión térmica que lo haya originado. Puede reforzarse y bloquearse con la llegada de aire cálido en altura o romperse cuando el sol caliente la capa más fría de abajo. En ocasiones llegan a durar bastante tiempo, sobre todo en otoño e invierno.

En cualquier caso, quienes permanezcan en los fondos de los valles estarán bajo la niebla, con humedad y frío. Y quienes, como El caminante sobre el mar de nubes (óleo de Friedrich, pintor romántico alemán), suban a las montañas disfrutarán de sol, temperaturas más elevadas y un soberbio paisaje, siempre que superen la altura de la inversión y sobrepasen el mar de nubes.