GARA > Idatzia > Iritzia> Jo puntua

Xabier Silveira Bertsolari

El centro del culo vasco

Nos imponen recortes mientras comen bogavante, beben Vega Sicilia y fuman Cohiba antes de marcharse en sus flamante Mercedes. Y no hacemos nada. Lo aceptamos

A veces, sólo a veces, despierto y el mundo me parece inmundo; todo es una auténtica y colosal mierda. Reconozco que este sentimiento llega precedido por otro que hace de factor desencadenante del primero, al cual, a falta de un diccionario que dé nombre a las enfermedades del alma yo lo llamo así: Qué hijos de puta. Y me parece bien traído comentar a continuación que tras lo que parecen ser principios de depresión, en muchas ocasiones lo que en realidad hay es un montón de hijos de puta.

Si no, cómo es posible que se gasten 20 millones de euros en una escuela para hosteleros elitistas -no confundir con cocineros de élite como pueden ser, por ejemplo, mi madre o Joseba Zugarramurdi- y a la vez no haya dios que sin haberse pasado toda la vida junto a sus padres en la pescadería consiga limpiar un chicharro como es debido. O cómo es que no hay una ley que castigue por delito contra la salud pública a las grandes empresas de alimentación que día a día nos envenenan con azúcares paralizantes, hierbas transgénicas o animales enfermos muertos que comemos.

Pudiera decirse que para nuestros mandatarios teledirigentes comer no es una necesidad básica en los seres humanos, no al menos tan básica como la de ser un cerdo y, por ende, pensar que la ciudadanía es un montón de bellotas dispuestas a ser engullidas por los insaciables bolsillos del poder. Basque culinary center, el no va más de la estupidez, será el centro de reclutamiento para futuros siervos de millonarios (en la tierra hay muchos tipos de millonarios, pero en Euskal Herria sólo habitan dos de ellos: los futbolistas y los hijos de puta). En el centro del culo vasco (creo que así se traduce el nombre en inglés del chiringuito que, supongo, se lo han puesto en inglés en honor a la tan preciada comida inglesa) les enseñarán a no ser, aprenderán a no saber, les harán deshacer platos y convertirlos a euros y saldrán de allí siendo unos patanes que, a no ser que tengan un Eroski en casa, no serán capaces de hacerse la comida ni para ellos mismos.

Y como premio por haberse sometido a tal deconstrucción humana recibirán, eso sí, un papel firmado por el rey para que allá donde lo enseñen sean tratados como chefs. Porque ese es el futuro que les espera, vender basura a precio de oro. Aunque, visto lo visto, ¿existirán restaurantes dentro de diez años? Lo dudo. De lo que no tengo duda alguna es que todo es una mierda y de que son unos hijos de puta. Nos imponen recortes mientras comen bogavante, beben Vega Sicilia y fuman Cohiba antes de marcharse en sus flamante Mercedes. Y no hacemos nada. Lo aceptamos. Los veinte millones arriba citados darían tejado y sopa caliente, durante años, a un montón de gente que es gente como nosotros aunque la llamemos indigente.

Y cada vez más. Llegará el invierno, de oscuro frío, y se helarán en plena calle sin que los ayude nadie mientras Ferrán Adriá imparte un curso sobre pescado titulado: «el pez grande tiene más dinero que el chico, hazte su amigo y serás rico».

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo